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domingo, 31 de octubre de 2010

EN EL CORAZÓN DE LA MISIÓN

XXX Domingo del Tiempo Ordinario
24 de octubre de 2010
Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima
San Pedro Garza García, N.L.

En el Domingo Mundial de las Misiones, la Iglesia reflexiona sobre el sentido, la necesidad y los frutos de su misión. De hecho, en este domingo, la Iglesia publica tradicionalmente sus estadísticas:
  • 1,165,714,000 católicos en el mundo (de una población mundial de casi 6,700 millones de habitantes): 17.4%
  • Sacerdotes en el mundo: 409,166.
  • Habitantes por sacerdote: ~13,000

La esencia de la misión es el amor: dar a conocer el amor de Dios a los hombres. ¡El mundo tiene necesidad de ese amor! Ese amor se lleva en el corazón, o no se lleva. Por eso, en esta homilía, nos vamos a preguntar tres cosas:
o   ¿Qué significa la misión para el corazón de Dios?
o   ¿Qué significa la misión para el corazón de la Iglesia?
o   ¿Qué significa la misión para tu corazón?

1.   La misión en el corazón de Dios

      Partimos de una frase esencial. Dice san Pablo a Timoteo: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. “Dios quiere…”: la misión parte del corazón mismo de Dios. Parte del misterio del amor infinito, incondicional y hasta “terco” de Dios a cada hombre.

-       Del corazón mismo de Dios, del seno entrañable de la Trinidad, sale el primer “enviado”, el primer misionero: Jesucristo.
-       Y Cristo vino al mundo para comunicarnos un mensaje salvador: “¡Dios los ama!”.
-       Él mismo es la revelación del amor del Padre a cada uno de nosotros.
-       Cumplía así la promesa que el Padre hiciera a Adán y Eva tras el primer pecado de la humanidad.
o   Pero más que una “palabra de honor”, la suya es “Palabra de Amor” hecha carne.

2.   La misión en el corazón de la Iglesia

Una vez cumplida su misión en el mundo, Cristo quiso quedarse con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo”. Para eso instituyó la Iglesia, que es, al mismo tiempo:
  • divina y humana,
  • institucional y carismática,
  •  contemplativa y activa,
  • conservadora  (en cuanto al depósito de la fe) y vanguardista (en cuanto al dinamismo misionero)
  • santa y pecadora 
La misión de la Iglesia es salvar a los hombres: a todos los hombres y a todo el hombre. Ella se define a sí misma como “sacramento universal de salvación”.  En el cumplimiento de su misión, la Iglesia ha encontrado numerosos obstáculos:  Algunos externos: ataques, persecuciones, incomprensiones, etc. Otros internos: limitaciones, errores y pecados de sus miembros. Pero no debemos perder de vista lo esencial, Ella sigue teniendo una única misión: comunicar el amor de Dios a los hombres. Un amor que es, ante todo, bondad, curación, misericordia y perdón. Pero también un amor que llama, que invita, que compromete y exige:  Mateo lo dice con claridad: La misión de los apóstoles implica “enseñarnos a cumplir todo cuanto Cristo les ha mandado”. La Iglesia no es “dueña”, por tanto, de su propia enseñanza: tiene que comunicar las enseñanzas de Cristo, y mantenerse fiel a ellas, aunque el mundo a veces se cierre a ellas.

 Llama la atención, a este respecto, la encuesta de IPSOS-BIMSA en mayo de 2006 sobre el parecer de los creyentes católicos en relación con temas de moral:
§  Divorcio: 29% lo aprueban en cualquier caso.
§  Anticonceptivos: 29% los aprueban en cualquier caso.
§  Eutanasia: 18% la aprueban en cualquier caso.

3.   La misión en tu corazón

En las pasadas misiones de Semana Santa tuvimos: “Corazón prendido o corazón apagado”. ¿Cómo es tu corazón?  ¿Es un “corazón prendido” por el amor de Dios al mundo? ¿Es un “corazón prendido” por la salvación eterna de los hombres? ¿Es un “corazón prendido” por la misión de la Iglesia en el mundo? ¿Es un “corazón prendido” por apoyar, con tu tiempo y tus recursos, esa misión de la Iglesia? ¿Es un “corazón prendido” por servir a los hombres ya en este mundo?

Es verdad que el Espíritu Santo es el protagonista de la misión. Pero sin nosotros, poco puede hacer. Hago un llamado especial a las mamás. La estadística dice: 76% han recibido la fe de su madre.

Es curiosa la manera como Dios llama a veces. Al profeta Isaías:  “Y percibí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré? ¿y quién irá de nuestra parte»? Dije: «Heme aquí: envíame»” (Is 6, 8).  Hoy, Dios sigue preguntando: “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de nuestra parte?” Porque, aun siendo Dios, necesita de cada uno de nosotros para comunicar su amor a los hombres.

María fue y es la Madre Misionera por excelencia. Que Ella nos alcance la gracia de “comprender el corazón de la misión y de prender la misión en nuestro corazón”.