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lunes, 28 de mayo de 2012

UN CORAZÓN NUEVO


Domingo de Pentecostés - 27 de mayo de 2012
Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima - Monterrey, N.L.

Un corazón nuevo

Nos repugna envejecer. No queremos arrugas en la cara, ni pecas en las manos, ni estrías en la piel. Hice mi investigación. Escribí “remedios contra el envejecimiento”. Un millón setecientos treinta mil resultados. Remedios caseros, cremas humectantes, Bótox, ácido hialurónico, sofisticadas técnicas quirúrgicas: de todo había. Por no mencionar los así llamados “tratamientos anti-edad” (antiaging). La Iglesia nos ofrece una “técnica” más sencilla y eficaz. Cierto, no para evitar las arrugas de la cara, pero sí las del corazón, mucho más feas.

La edad de tu corazón

Juan Pablo II dijo una vez: “Cada uno tiene la edad de su corazón”. Fue una gran intuición. Porque el envejecimiento verdadero está más en el alma que en el cuerpo, más en la psicología que en la biología, más en el corazón que en el reloj. Por eso, tu verdadera edad no se mide en años sino en actitudes. Hay viejos jóvenes y hay jóvenes viejos. En el fondo, depende de tu corazón. Si tienes un corazón vivo, alegre, lleno de ilusión, eres joven, sin importar tus años. Si lo tienes aguado y triste, sin ilusiones y sin planes, tu corazón está más arrugado que un Shar Pei (esos rugosos perros chinos, que traen sobrada la piel).

El Espíritu renovador

La Iglesia ora hoy, Solemnidad de Pentecostés, con estas palabras: ¡Ven, Espíritu Santo, y renueva la faz de la tierra! Nos ofrece así el gran remedio contra el envejecimiento del corazón, que es el peor de todos. “Renueva la faz de la tierra”. La “tierra”, en sentido bíblico, es ante todo el hombre mismo, pues de ella fue modelado, según la narración del Génesis (cf. Gn. 2, 7). La “tierra” es el corazón del hombre. Ya en los orígenes, el soplo de Dios entró en él, y así cobró vida. Hoy, ese mismo Espíritu de Dios viene a darle nueva vida. Si el Espíritu Santo entra en nuestro corazón y lo renueva, seremos totalmente nuevos.

Un corazón nuevo

¿Cómo es un corazón nuevo? La Biblia nos responde:
  • En primer lugar, es un corazón opuesto al “hombre viejo”.
Escribe san Pablo: «Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador» (Col. 3, 9 – 10). El “hombre viejo” es el que sigue la seducción de las concupiscencias, mientras que el “hombre nuevo” busca la justica y la santidad verdaderas (cfr. Ef. 4, 22 – 24). Y es precisamente el Espíritu Santo quien le da a nuestro corazón la juventud y la fuerza para oponerse a las viejas concupiscencias. El Espíritu Santo le da un nuevo rostro a nuestro corazón. Un rostro de amor, alegría y paz, un rostro de paciencia, afabilidad y bondad; un rostro de fidelidad, mansedumbre y dominio de sí, por citar lo que san Pablo llama el “fruto del Espíritu” en nosotros (cf. Gal. 5, 22 – 23).
  • En segundo lugar, es un corazón de carne:
Escribe el profeta Ezequiel: «Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne» (Ez 36, 26). Un corazón de carne es un corazón humilde, compasivo, empático, misericordioso, lleno de amor. De nuevo, sólo el Espíritu Santo realiza esta obra en nuestro corazón. Sólo Él nos “ablanda” el corazón y nos lo llena de amor, como bien escribe san Pablo: «…el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado» (Rm 5,5).
  • Finalmente, en tercer lugar, es un corazón libre.
Todos hemos experimentado la fuerza del mal. Muchas veces nos sentimos presos de nuestras pasiones, de las tentaciones del mundo y de las seducciones del demonio. Pero esto nos ocurre sobre todo cuando no le damos espacio al Espíritu Santo en nuestra vida. Por eso la Iglesia reza así al Espíritu Santo: “Mira el vacío del hombre, si Tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado, cuando no envías tu aliento” (Himno Veni Sancte Spiritus). Sólo el Espíritu Santo nos libera de la cárcel de nuestro egoísmo, de las cadenas del mundo y de la esclavitud del pecado. Sólo quien se deja poseer por el Espíritu Santo es verdaderamente libre; sólo quien se deja renovar por Él participa de la “gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rm. 8, 21).

María: la Mujer nueva

Si alguien ha tenido un corazón nuevo desde el principio es María. La Iglesia la llama con razón la “nueva Eva”, es decir, la madre de todos los vivientes en Cristo. Ella es la “Mujer Nueva” porque es el testimonio más elocuente de la nueva creatura surgida del poder redentor de Cristo. Ella aceptó plenamente al Espíritu Santo en su vida. Por eso tuvo siempre un corazón joven, sin mancha ni arruga. Que Ella nos alcance la gracia de aceptar también nosotros al Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, para que nos dé un corazón nuevo y renueve la faz de la tierra.

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