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lunes, 28 de mayo de 2012

LEVANTA LA MIRADA, LEVANTA EL CORAZÓN


VII Domingo de Pascua - 20 de mayo de 2012
Solemnidad de la Ascensión del Señor
Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima - Monterrey, N.L.

La Ascensión del Señor

Un cosmonauta ruso dijo en cierta ocasión: “Subí al cielo y no vi a Dios”. Y un taxista mexicano, que escuchaba la radio, comentó: “Te hubieras quitado el casco, a ver si no lo ves”. Hoy subió Jesús al cielo. Se fue al reencuentro con Dios Padre. Terminaba así su misión. Su ascensión nos invita a mirar al cielo. ¡Cómo necesitamos, en los tiempos que corren, esta mirada al cielo!


Mirar al cielo

Mirar al cielo es mucho más que “ver” si está nublado o no. Mirar al cielo, más que ver es saber que más allá de las nubes hay un sol radiante y un cielo azul que invita a la ilusión, la alegría y la esperanza. Mirar al cielo es contemplar la meta final de nuestra vida; es anticipar el gozo de la recompensa.

Para mirar al cielo

Mirar al cielo tiene un precio: dejar de mirar las cosas de la tierra. San Pablo nos anima en este sentido: “Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Aspiren a las cosas de arriba, no a las de la tierra” (Col. 3, 1 – 2). Para mirar al cielo, hay que dejar otras miradas…Hay que dejar de mirar las vanidades de esta vida. Hay que dejar de mirar el carro, la casa o el jardín del vecino; no digamos ya su mujer o su marido. Hay que dejar de mirar las seducciones que llaman a la puerta de nuestros sentidos. Hay que dejar de mirar la fama, las candilejas y la falsa gloria.

Levantar el corazón
El corazón se nutre de aquello que miramos. Si miramos sólo tierra, nuestro corazón se llenará de tierra; pero si miramos al cielo, nuestro corazón se llenará de cielo. La Ascensión de Jesús no sólo nos invita a levantar la mirada al cielo; también el corazón. Esta invitación se repite en cada Misa: “Levantemos el corazón”. Todos responden: “Lo tenemos levantado hacia el Señor”. ¿De verdad tienes el corazón levantado hacia el Señor? A veces el corazón pesa demasiado. Hace falta una grúa para levantarlo… ¿Por qué a veces pesa tanto el corazón? Porque el corazón es como las esponjas: se llena de aquello en lo que lo sumerges. Si tu corazón está sumergido en soberbias y sensualidades, ¿cómo podrás levantarlo al cielo? El corazón hay que aligerarlo. Hay que sacarlo de la cubeta del egoísmo, y exprimirlo de toda soberbia y sensualidad. Entonces pesará menos… y podrás “levantarlo hacia el Señor”. No te desalientes si sientes que tu corazón está “demasiado abajo”, sumergido en lo profundo de tus malas decisiones y acciones. El mismo Cristo quiso llegar “muy abajo” para subir al cielo. Lo dice san Pablo: “Subiendo a las alturas (Cristo), llevó consigo a los cautivos y dio dones a los hombres. ¿Y qué quiere decir «subió»? Que primero bajó a lo profundo de la tierra” (Ef. 4, 8 – 9). La Ascensión del Señor es ya el inicio de nuestra propia ascensión. Como dice un hermosísimo himno de la liturgia de este día:

“No, yo no dejo la tierra. / No, yo no olvido a los hombres. / Aquí, yo he dejado la guerra; / arriba, están vuestros nombres”.
¿Qué hacéis mirando al cielo, / varones, sin alegría? / Lo que ahora parece un vuelo / ya es vuelta y es cercanía.
El gozo es mi testigo. / La paz, mi presencia viva, / que, al irme, se va conmigo / la cautividad cautiva.
El cielo ha comenzado. / Vosotros sois mi cosecha. / El Padre ya os ha sentado / conmigo, a su derecha.
Partid frente a la aurora. / Salvad a todo el que crea. / Vosotros marcáis mi hora. / Comienza vuestra tarea.
(Himno de las I Vísperas de la Ascensión del Señor).

María: con la mirada en el cielo

Una de las más bellas imágenes de la Santísima Virgen es la Madonna de Ferruzzi. María es casi una niña, bellísima, con el niño Jesús en brazos, completamente dormido –hasta con la boquita abierta–. El rostro de María no esconde una cierta preocupación, pero sus ojos están mirando al cielo, justo por encima del horizonte. Nunca he visto un rostro mejor combinado, que refleje tan bien nuestra vida. Que María Santísima nos conceda vivir como ella; con una vida cargada a veces de preocupaciones, pero siempre con la mirada puesta en el cielo.