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martes, 27 de diciembre de 2011

ACÉRCATE


Solemnidad del Nacimiento del Señor - 25 de diciembre de 2011
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.
Villancicos

Según una antiquísima tradición, los villancicos son los cantos típicos de la Navidad. Estos cantos nacieron en las villas. De ahí su nombre. Eran cantos propios de los “villanos” –no personas malas, sino sencillas, que vivían en pequeños caseríos en medio del campo–. Eran gente sin mucha alcurnia ni educación, pero con mucha fe y fervor. Los villancicos expresan, de modo sencillo, pero con intenso lirismo, la alegría que brota del alma ante un misterio que la rebasa.


Adeste fideles
Uno mis villancicos preferidos es el que hoy se interpretó como canto de entrada: el Adeste fideles. Es de finales del siglo XVIII. La letra, en latín, empieza así: “Adeste fideles, laeti, triumphantes”. La traducción literal sería así: “Acérquense fieles, felices, triunfantes”.

Dios-con-nosotros
¡Cómo no acercarse felices y triunfantes a Jesús Niño! La Biblia sintetiza todo el misterio de la Navidad con una frase extremadamente simple: “Dios- con-nosotros”. Lo dice Mateo, citando a Isaías: “Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa: «Dios con nosotros»” (Mt. 1, 23). Dios cubrió todas las distancias que nos separaban de Él. Dios se acercó al hombre para que el hombre pudiera acercarse a Dios. Y lo hizo de manera finísima, delicadísima, con un “tacto” propio sólo de Dios.

Primero: se acerca no como Dios, sino como hombre.
No nació “semi-dios”: nació hombre. No nació ángel: nació hombre. No nació super-héroe: nació hombre. Simple y sencillamente hombre. De hecho, un bebé como todos los demás… Lo expresa magistralmente José Luis Martín Descalzo en un texto ya célebre: “¿Aquel bebé era el enviado para salvar al mundo? Dios era todopoderoso, el niño todo desvalido. El Hijo esperado era la Palabra; aquel bebé no sabía hablar. El Mesías sería “el camino”, pero éste no sabía andar. Sería la verdad omnisciente, mas esta criatura no sabía ni siquiera encontrar el seno de su madre para mamar. Iba a ser la vida; aunque se moriría si ella no lo alimentase. Era el creador del sol, pero tiritaba de frío y precisaba el aliento de un buey y una mula. Había cubierto de hierba los campos, pero estaba desnudo. María le miraba y remiraba como si el secreto pudiera estar escondido debajo de la piel o detrás de los ojos. Pero tras la piel sólo había una carne más débil que la piel, y tras los ojos sólo había lágrimas, diminutas lágrimas de recién nacido” (Vida y misterio de Jesús de Nazaret, p. 124).

En segundo lugar, nace en Belén
“Belén” significa “La casa del pan”. Quizá pueda ser un preanuncio de la Eucaristía: la manera que encontró de quedarse con nosotros del modo más cercano hasta el final de los tiempos. Pero me parece que el hecho de haber nacido en “la casa del pan” es también para hacernos sentir que quiere acercarse del modo más accesible posible. Jesús es, en verdad, un “pan de Dios”. Esa expresión que en nuestro país significa que es alguien al que todo mundo puede acercarse porque es extremadamente acogedor, bondadoso, “charmy”. Jesús es la “respuesta anticipada” del Padre a la súplica que Él mismo nos enseñaría a hacer en la oración del Padrenuestro: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Ese pan es un símbolo de todo lo que necesitamos. De hecho, nunca sabrás que Dios es todo lo que necesitas, hasta que Él sea todo lo que tengas.

Finalmente, nace en una cueva
Lucas explica el motivo: “no hubo sitio para ellos en la posada” (Lc. 2, 7). Las cuevas suelen ser oscuras, frías, sucias y solitarias. La cueva de Belén me parece un símbolo, una metáfora de nuestra condición humana. Un símbolo del vacío que a veces carcome nuestra vida. Dios se acercó para llenarlo. Es símbolo de la oscuridad que a veces nubla nuestra mente. Dios se acercó para iluminarla. Es símbolo de la suciedad que a veces contamina nuestra alma. Dios se acercó para purificarla. Es símbolo de la frialdad que a veces paraliza nuestro corazón. Dios se acercó para calentarla.

¡Acércate!
Como ves, Dios ya se ha acercado. La Navidad ya es un “Dios-con-nosotros”. Ahora sólo falta que sea un “nosotros-con-Dios”. Que del “Dios-contigo” pases al “tú-con-Dios”.

Por eso:
Si te sientes triste, recuerda que Él es alegría: ¡acércate!
Si tienes el alma enferma, recuerda que Él es médico: ¡acércate!
Si tienes el corazón frío, apático o indiferente, recuerda que Él es Fuego: ¡acércate!
Si eres miserable y pecador, recuerda que Él es perdón: ¡acércate!
Si te sientes sucio, recuerda que Él es Pureza: ¡acércate!
Si le tienes miedo a Dios, recuerda que Él es Pan: ¡acércate!
Si hay dolor en tu corazón, recuerda que Él es consuelo: ¡acércate!
Si vives a oscuras, recuerda que Él es Luz: ¡acércate!
Si tienes dudas, recuerda que Él es la Verdad: ¡acércate!
Si te sientes solo y abandonado, recuerda que Él es está cerca: ¡acércate!

María, Madre de nuestra paz
María es la gran coprotagonista de la Navidad. Ella fue, desde el inicio, la más cercana a Jesús. Imagino a María, aquella noche, invitando a todos los que pasaban, a entrar a la cueva, a no tener miedo, a acercarse al Misterio de carne envuelto en pañales. Ella te dé también el valor, la confianza y la alegría de acercarte más a Jesús.

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