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domingo, 3 de julio de 2011

EL MEJOR DESTINO

XIV Domingo del Tiempo Ordinario - 3 de julio de 2011
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.

Buscando destinos

Mucha gente planea con tiempo sus vacaciones. Unos buscan destinos de mar o de montaña; otros prefieren destinos culturales o de cacería. En el fondo, todos buscan lo mismo: descansar. Hoy el Evangelio nos propone un destino diferente. La frase promocional es muy clara:


“Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga y Yo los aliviaré… Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso; porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.

La frase no sólo es bellísima; es también alentadora y conmovedora.

Vengan a mí todos los que están fatigados y agobiados por la carga.

¿Y quién no está fatigado? ¿Quién no está agobiado por alguna carga? No hay ser humano sin problemas. No hay familia sin penas. Todo eso pesa, cansa, desgasta. Provoca, por utilizar un término bien conocido, estrés. Un científico, Hans Selye, en 1975 señaló que hay dos tipos de estrés: uno bueno y otro malo. Al bueno le llamó “eustrés” (griego eu = bueno) y al malo “distrés” (dis = malo). El “eustrés” es un estrés positivo, que te hace sentir vivo, satisfecho, realizado. Sin esta sana tensión, el cuerpo y el espíritu se aflojan. En cambio, el “distrés” es estrés mal manejado, un exceso de tensión que agota y llega a enfermar. Lo interesante es que la diferencia entre el “eustrés” y el “distrés” no es la ausencia o presencia de problemas, de penas o dificultades. La diferencia está en el significado, en el sentido que cada uno le da a cada problema, pena o dificultad.

Cristo, remedio infalible

Hoy abundan los cursos, las técnicas y propuestas para manejar el estrés. El Evangelio de hoy nos propone un recurso infalible, una terapia eficacísima: “acudir a Cristo”. Ir a Cristo es dar el más alto significado y sentido a cualquier sufrimiento, trabajo, pena o dificultad. Es poner a sus pies nuestras cargas, fatigas, frustraciones y desilusiones. Hace algunos años escuché una canción de Jesús Adrián Romero que me conmovió profundamente: “A sus pies”. La letra dice así:

“Cuando el mundo te inunda de fatalidad; y te agobia la vida con su mucho afán; y se llena tu alma de preocupación; y se seca la fuente de tu corazón. Cuando quieres huir porque no puedes más; porque solo te sientes entre los demás; y no hay más en tus ojos brillo y emoción; y se cierra tu boca porque no hay canción. Puedes sentarte a sus pies; y de sus manos beber la plenitud que tu alma necesita; puedes sentarte a sus pies; y cada día tener una nueva canción y nueva vida. A sus pies hay paz; gracia y bendición. A sus pies tendrás luz y dirección. La plenitud en Él nunca se agotará. Puedes descansar en su presencia”.

“Puedes sentarte a sus pies…”:

Nadie como Él para escucharte con paciencia y comprensión. Nadie como Él para calmarte y sosegarte. Nadie como Él para consolarte y animarte. Se ha acuñado ya el término Cristoterapia para resaltar el poder curativo de este acudir a Jesús y ponerse a sus pies, en analogía con la “logoterapia” de Víctor Frankl. Después de todo, ¿no es Jesús es el verdadero Logos; el que da sentido y significado a todo lo que nos pasa?

Sentarse a sus pies…

¿Qué significa sentarse a los pies de Jesús?

1º Orar

Lo primero es orar. Darse ese tiempo sagrado para hablar con Jesús.  Un autor espiritual decía que al tiempo de oración hay que ponerle “un cerco de púas” para que nada ni nadie pueda invadirlo. ¡Qué útil sería dedicar en los días de vacaciones un tiempo para orar en paz, sin la presión de los quehaceres ordinarios! Eso sí sería descansar en Jesús!  Acaba de salir en español el libro La mejor parte del P. John Bartunek, L.C.… haciendo alusión al conocido pasaje evangélico de Martha y María… La mejor parte es estar sentados a los pies de Jesús para escucharlo; es el mejor descanso

2º Ser mansos y humildes

Es verdad que el trabajo, las preocupaciones y los problemas nos agobian y nos cansan. Pero lo que más nos cansa, lo que más nos agota, lo que más nos consume no es tanto el trabajo, ni las preocupaciones ni los problemas, sino nuestro egoísmo; es decir: nuestro orgullo, que nos lleva a ser peleoneros y a no ceder; nuestra vanidad, que nos hace preocuparnos de más por el “qué dirán” nuestra autosuficiencia, que nos cierra a cualquier ayuda; nuestra susceptibilidad, que nos hace tan hipersensibles, tan “sentidos” por todo; nuestra rebeldía, que nos hace tan “contreras” de todos y de todo. Los mansos y humildes de corazón se liberan de todos estos pesos innecesarios. Sólo que para ser mansos y humildes hay que haber orado, haber crecido, haber madurado “por dentro”.

Ernest Hemingway decía: “El hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro, empieza a vivir más sencillamente por fuera”.

3º Tomar el yugo de Jesús

Tomen mi yugo… y encontrarán descanso. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. He meditado mucho en esta frase de Jesús: “Mi yugo es suave y mi carga ligera”. No es esto lo que pensamos espontáneamente. Pensamos que seguir a Jesús y tomar su yugo es muy pesado. Pero no es así, porque tomar el yugo de Jesús es soltar el nuestro, que es mucho más pesado. El yugo de Jesús es cumplir los mandamientos. El yugo nuestro es no cumplirlos… y cargar las pesadas cadenas del pecado y de sus consecuencias.

María, Consuelo de los afligidos

Es decir, de los que están cansados y agobiados… María, como buena madre, quiere que sus hijos también descansen. Ella sabe muy bien que sólo podemos descansar en su Hijo, tomando su yugo y aprendiendo de él a ser manos y humildes. Que Ella nos conceda en estas vacaciones descansar a los pies de Jesús orando, siendo humildes y cumpliendo los mandamientos.

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