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domingo, 12 de agosto de 2012

PAN ÁZIMO



Domingo XIX del Tiempo Ordinario
Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima
Monterrey, N.L.


Por qué pan ázimo

En los últimos domingos hemos reflexionado sobre la materia prima de la Eucaristía. Meditamos, en particular, por qué Jesús escogió pan para la Eucaristía. Hoy nos preguntamos por qué pan ázimo, es decir, pan sin levadura. El pan ázimo tuvo su aparición bíblica en la cena pascual del pueblo de Israel. Dios ordenó al pueblo: «En aquella misma noche comerán la carne. La comerán asada al fuego, con panes ázimos y hierbas amargas» (Ex. 12, 8). Según el Evangelio, la Última Cena de Jesús fue, precisamente, una cena pascual (cf. Mt. 26, 17). En ella, Jesús consagró pan ázimo. Era la primera Eucaristía. La liturgia actual sigue utilizando el pan ázimo para la consagración eucarística. Son las hostias u obleas que todos conocemos. Es pan sin levadura. Por eso es delgado, no se “esponja”. Que Jesús utilizara pan ázimo para la Eucaristía no fue algo casual. Es un símbolo que vale la pena meditar. Al mantener la continuidad con la Pascua judía, quizá Jesús quiso que entendiéramos que el pan ázimo tiene, al menos, un triple significado: Diligencia | Providencia | Esperanza.

Diligencia

El pan ázimo es sinónimo de prontitud, de diligencia. Dios mandó a los judíos que comieran el cordero pascual de prisa: «Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros pies, y el bastón en vuestra mano; y lo comeréis de prisa. Es Pascua de Yahveh» (Ex. 12. 11). ¿Por qué tanta prisa? Porque había que salir, cuanto antes, de la esclavitud de Egipto. A lo largo de la Biblia, la salida de Egipto constituye un signo del poder liberador de Dios que será interpretado cada vez más como liberación del pecado y de la muerte. Salir de Egipto es dejar atrás toda esclavitud moral o espiritual y caminar hacia una tierra prometida que es espacio de vida y libertad. Entonces, en el siglo XV a.C., había que hacerlo de prisa, con determinación, con decisión. También hoy, siglo XXI d.C., así se dejan los vicios, las prisiones morales, los malos caminos. El pan ázimo es símbolo de esta prisa, de esta diligencia para dejar el mal; es un pan de viaje; o mejor, de huída. Porque entonces, como hoy, la gran tentación es regresar; volver atrás, “a las andadas” –como suele decirse–. El pan ázimo puede parecer un “pan sin cuerpo” –toda conversión tiene sus austeridades–, y causar la sensación de un empobrecimiento. Le ocurrió al pueblo judío en el desierto. No quería ya maná; sentía nostalgia de las “cebollas de Egipto” (cf. Nm. 11, 5 – 6). El pan ázimo de la Eucaristía es símbolo de la determinación para dejar atrás la esclavitud del pecado y de la ayuda de Dios para lograrlo.

Providencia

El pan ázimo es sinónimo también de providencia. «De la masa que habían sacado de Egipto cocieron tortas ázimas, porque no había fermentado todavía; pues al ser  echados de Egipto no pudieron tomar víveres ni provisiones para el camino» (Ex. 12, 39). Salir de Egipto sin tiempo para tomar víveres ni provisiones exigió cambiar seguridades. Fue la gran lección que el pueblo de Israel debió aprender en el desierto: el abandono en las manos de Dios. Y Dios se encargó, en efecto, de que no les faltara lo esencial: pan y agua. Hizo bajar pan del cielo (cf. Ex. 16, 15) y brotar agua de una roca (cf. Ex. 17, 6). Le lección no terminó ahí: debían aprender a confiar en Dios cada día de nuevo. Por eso, el maná tuvo una clara restricción: nadie debía guardar nada para el día siguiente. A quienes lo hicieron, se les pudrió y llenó de gusanos (cf. Ex. 16, 20). El pan ázimo de la Eucaristía quiere ser hoy también para nosotros símbolo de nuestra dependencia radical de Dios y de la confianza que hemos de tener cada día en su providencia.

Esperanza

El pan ázimo es, finalmente, sinónimo de esperanza. Dios sacó de Egipto al pueblo de Israel para que caminara hacia la tierra prometida; tierra que, según la palabra divina, era buena y espaciosa –libertad– y manaba leche y miel –abundancia– (cf. Ex. 3, 8). El “paso” (la Pascua) hacia la tierra prometida exigió, como vimos, dejar atrás la esclavitud y caminar con esperanza. El pan ázimo –pan sin levadura, no lo olvidemos–, según san Pablo, es símbolo de esta transición de lo viejo a lo nuevo; de Egipto a la tierra prometida; de la esclavitud del pecado a la libertad de la gracia. Lo escribe así a los corintios: «Purificaos de la vieja levadura para ser masa nueva; pues sois ázimos… Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad» (1 Cor. 5, 7 – 8). La “fiesta” –es decir, el gozo y la abundancia–, llegará si aceptamos el tránsito de la vieja a la nueva levadura. El pan ázimo de la Eucaristía es símbolo de esta transición paciente y llena de esperanza. Por eso la Eucaristía es también prenda para una vida nueva en esta tierra y viático para la vida eterna en el cielo.

María, una mujer sin levadura

María fue una mujer sin levadura. Ella aceptó una vida llana y sencilla; una vida sin “inflar”; una vida libre de toda esclavitud. Vivió feliz renovando cada día su confianza en la providencia y su esperanza en la vida nueva y eterna que su Hijo vino a darle a la humanidad. Ella nos alcance la gracia, a través de la Eucaristía, de ser prontos para salir del mal, confiados para caminar hacia el bien, y esperanzados en que un día llegaremos.


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