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lunes, 23 de abril de 2012

EL TRIUNFO DEL FRACASO


Domingo de Resurrección - 8 de abril de 2012
Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima - Monterrey, N.L.


Fracasar

Fracasar es parte de la vida. Todos fracasamos alguna vez…

Fracasamos en el amor.
Fracasamos en el trabajo.
Fracasamos en los estudios.
Fracasamos en lo económico.
Fracasamos en las relaciones humanas.


Pero el de Cristo fue el fracaso más grande de la historia. Él, que hizo milagros impresionantes, que dio discursos históricos, que curó a enfermos desahuciados, que expulsó demonios inexpugnables, protagonizó este viernes pasado el mayor fracaso de todos los tiempos. Él, que traería finalmente la victoria del bien sobre el mal, de la gracia sobre el pecado, de Dios sobre el demonio, quedó exánime, colgado de una cruz, sin fuerzas ni poderes, derrotado. La cruz sobre el Calvario parecía un cruel anticipo de las palabras del filósofo Jean Paul Sartre: «La vida es una derrota, nadie sale victorioso, todo el mundo resulta vencido; todo ha ocurrido para mal siempre y la mayor locura del mundo es la esperanza» (Barioná, el hijo del trueno).

La “victoria” del mal

Vengo llegando de Sabinas, Coah., de una misión de Semana Santa, con 20 familias de Monterrey. Constatamos la realidad del mal, el poder del pecado, la terrible fuerza del Maligno en niños, jóvenes y adultos, en matrimonios, familias, en colonias enteras… El fenómeno no es nuevo. A lo largo de los siglos, y en todos los rincones de la tierra, el mal ha causado tantos estragos. Pero indudablemente, en la cruz, el mal alcanzó su más alta “victoria”. Hoy parece en muchos lugares que el mal es el gran vencedor de la historia.

El poder del fracaso

Pero el fracaso de Cristo fue un fracaso pasajero; mejor dicho, un fracaso aparente. La Cruz de Cristo, toda cruz, esconde el secreto de la victoria. Ella encierra el antídoto de todo mal y de toda muerte. La gran lección de la cruz es ésta: los fracasos son semillas de victoria. El aparente fracaso de Jesús en la cruz es la semilla de su victoria y de toda verdadera victoria.
  • Los fracasos humanos son semillas de coraje y superación.
  • Los fracasos morales son semillas de humildad y arrepentimiento.
  • Los fracasos espirituales son semillas de enmienda y confianza en Dios.

Así, desde que Jesús “fracasó” en la cruz, todos nuestros fracasos quedaron santificados y cobraron la potencia de una semilla infalible.

Por la cruz a la luz

La resurrección de Cristo es la expresión más radiante y luminosa de ese poder del fracaso. Per crucem ad lucem (“Por la cruz a la luz”) suele decirse. Podríamos hoy traducirlo: por el fracaso a la victoria. Si fracasaste, si te sientes sepultado bajo una pesada losa de fracasos humanos, morales o espirituales, ten por seguro de que tu sepultura, como la de Cristo, es pasajera. Los “tres días” de tu sepultura serán muy poca cosa comparados con la eternidad de tu victoria. La clave es no fracasar solo, sino fracasar con Cristo. Siempre que fracases, en lo que sea, únete al fracaso de Cristo en la cruz, y estarás sembrando la semilla de una victoria tan definitiva y contundente como la de Cristo.

El triunfo de María

A los pies de la cruz, María fue testigo de excepción del fracaso de su Hijo. Como escribió Juan Pablo II: «Entonces –en la Anunciación– había escuchado las palabras: “Él será grande... el Señor Dios le dará el trono de David, su padre..., reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” (Lc. 1, 32-33). Y he aquí que, estando junto a la cruz, María es testigo, humanamente hablando, de un completo desmentido de estas palabras. Su Hijo agoniza sobre aquel madero como un condenado» (Redemptoris Mater, n. 18). Pero Ella fue también la primera en recorrer, detrás de Jesús, el corto sendero que lleva de la cruz a la luz, del fracaso a la victoria, de la muerte a la resurrección. Ella fue la primera en experimentar la fecundidad del fracaso y el poder redentor de la derrota. Que Ella nos alcance la gracia de no desaprovechar nuestros fracasos; de convertirlos en semillas de vida, de confianza y de victoria definitiva.

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