Domingo XV del Tiempo
Ordinario
Parroquia de Ntra.
Sra. de Fátima
Monterrey, N.L.
El principio K.I.S.
Una de las reglas de
oro de Steve Jobs, genio fundador de Apple,
fue lo que ahora se conoce como el principio “K.I.S.” por sus siglas en inglés:
“Keep it simple” (mantenlo simple). Simple
es sinónimo de “amigable”. Y eso es lo que quería Jobs en todos sus inventos:
el más alto diseño unido a una rebosante simplicidad. Claro, el precio de la
simplicidad exterior suele ser una elevadísima sofisticación interior. Por eso,
el mismo Jobs solía decir: “El culmen de la sofisticación es la simplicidad”.
El fenómeno de la complicación
Por una extraña
razón, nosotros a veces nos movemos en la dirección opuesta. Nos gusta
complicarnos la vida y, de paso, se la complicamos a los demás. Sentimos, tal
vez, que la complicación es sinónimo de “alto perfil”, de “interesante”, de
“atractivo”, etc. Tal vez por eso, de las cosas más sencillas hacemos a veces
rituales o protocolos muy complejos. Se nos olvida lo que decía san Lorenzo
Justiniani: “En lo complicado siempre está la pezuña del diablo”.
Jesucristo, el simplificador
Jesús se adelantó a
Jobs por lo menos dos milenios. Para Jesús, la vida, el mensaje y los recursos
de sus discípulos y misioneros tendrían que rebosar simplicidad. Era la manera
de hacer ver, por otro lado, que la fuerza y la eficacia del cristianismo no
vienen de los hombres sino de Dios. De ahí que esos mismos discípulos y
misioneros tan desprovistos humanamente fueran tan poderosos curando enfermos,
expulsando demonios, resucitando muertos (cf. Mt. 10, 8). De hecho, según el Evangelio de hoy, la vida y la
misión cristianas sólo requieren un bastón, un par de sandalias y una túnica.
Siguiendo una cierta
analogía bíblica, podemos suponer que el bastón representa la fe; las
sandalias, la moral; la túnica, la espiritualidad.
El bastón de la fe
La primera
instrucción simplificadora de Jesús es que debemos llevar un bastón. En varios
pasajes bíblicos, el bastón o cayado aparece como símbolo de la fe en Dios. Quizá
el caso más célebre es el de Moisés. El pueblo de Israel se hallaba indefenso
entre el ejército egipcio y el Mar Rojo. La situación era desesperada. Que el
mar pudiera abrirse era la última idea que se le podía ocurrir a un pueblo en
fuga. Pues eso es exactamente lo que ocurrió, gracias a la fe de Moisés. «Dijo Yahveh a
Moisés: “¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en
marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para
que los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto”» (Ex. 14, 15 – 16). «No se necesitan muchos episodios de estos
–escribe Carlo Carretto– para
mostrar a quien tiene fe lo que Dios puede hacer y hace por su pueblo» (Lo que importa es amar). Ahora bien, todos hemos tenido y tendremos
algún Mar Rojo en la vida: una situación aparentemente sin salida, sin
esperanza, sin solución lógica previsible. Pero el bastón de la fe abrirá siempre
nuevas posibilidades. Además, la fe no sólo es simple como un bastón; es
también simplificadora. Ayuda a entender lo inentendible. En cierto modo, y
parafraseando a Jobs, la fe no ignora la complejidad de la vida; la conquista.
Las sandalias de la moral
La segunda
instrucción simplificadora de Jesús es llevar sólo un par de sandalias. Las
sandalias evocan inmediatamente la idea de caminar. La moral es la invitación
de Jesús a caminar por la senda recta que lleva a la vida. Los principios
morales, tanto de orden natural como revelado, son sandalias para el camino. Quien
vive de acuerdo con la ley moral sabe que va por el camino del bien, y que ese
camino le llevará a buen destino. Ahora bien, normalmente las sandalias se
hacen a la horma del pie. Cuando son nuevas, pueden resultar incómodas. Pero
una vez que uno las “camina”, se amoldan al propio pie y se vuelven cómodas. A
veces sentimos que la moral cristiana nos molesta, nos saca ampollas, no nos
deja caminar. Nos parece que todo es “prohibición y mandamiento”; que no deja
espacio a la libertad. Tal vez deberíamos preguntarnos si lo que pasa es que no
hemos hecho de la moral cristiana nuestra “propia ley”; si no la hemos
interiorizado, “hecho nuestra”. En la medida en que la moral es aceptada e
interiorizada se vuelve más cómoda, como un par de sandalias. Sólo así, la moral
deja de ser ley y se vuelve libertad; o, mejor, “ley de libertad”, como la
definió el apóstol Santiago (cf. Sant.
2, 12).
La túnica de la espiritualidad
La tercera y última
instrucción simplificadora de Jesús es llevar una sola túnica. “Espiritualidad”
es un concepto amplísimo. Comporta múltiples aspectos de nuestra relación con
Dios. Sin embargo, el núcleo de la espiritualidad cristiana es la vida de
gracia. Cuando el Nuevo Testamento habla de la vida de gracia, a veces se
refiere a ella como un vestido o túnica. Todos recordamos la parábola de Jesús
sobre un hombre que se presentó en el banquete del Reino de los Cielos sin el
traje de fiesta, y fue arrojado fuera, a las tinieblas (cf. Mt. 22, 12). La espiritualidad cristiana, en su forma esencial de oración
y sacramentos, tiene una función “arropadora” de nuestra vida. No es casualidad
que la Iglesia nos invite especialmente a la oración y los sacramentos en los
momentos más importantes de la vida: el nacimiento, la edad de la razón, la
elección de estado, la enfermedad y la muerte. Dios quiere “arroparnos” con su
gracia especialmente en esos momentos clave de la existencia humana. Por lo
demás, llevar una túnica para el camino se vuelve indispensable sobre todo
cuando se prevé que habrá excesivo sol, lluvia, viento, tal vez tormenta. La
oración y los sacramentos constituyen el ajuar básico de cualquier vida
expuesta a la intemperie.
En síntesis
Que el discípulo de
Cristo sólo necesite un bastón, unas sandalias y una túnica significa que la
vida cristiana es muy simple. Sus tres ingredientes fundamentales son: fe,
moral y espiritualidad. De hecho, el Catecismo de la Iglesia Católica recoge,
en cierto modo, esta simplicidad en su estructura básica:
Primera parte: La
profesión de la fe (fe)
Segunda parte: Los
sacramentos (espiritualidad).
Tercera parte: La
vida en Cristo (moral)
Cuarta parte: La
oración cristiana (espiritualidad)
La mirada simplificadora de María
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