Domingo XVI del Tiempo Ordinario
Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima
Monterrey, N.L.
Hacia una teología del descanso
La teología es una
reflexión sistemática sobre Dios y sus atributos.
Desde los primeros
siglos del cristianismo hasta nuestros días, la ciencia teológica se ha venido
enriqueciendo con nuevas ramas y enfoques. Además de teología fundamental,
cristología o eclesiología, hoy se habla de teología de la esperanza, teología
del progreso, teología del cuerpo, etc. Tal vez esté faltando el enfoque sobre
un atributo de Dios que constituye, además, nuestro destino trascendente y
definitivo: una “teología del descanso”.
El descanso de Dios
Según la Biblia,
Dios fue el primero en descansar. Al concluir la creación, en el séptimo día,
Dios cesó de trabajar (cf. Gn. 2, 2 –
3).
Es obvio que Dios no
necesita descansar, porque en realidad Él mismo es un descanso eterno. Él no necesita “moverse” para hacer las cosas. Su
vida íntima es reposo absoluto, equilibrio perfecto, quietud total. Por eso, cuando
Dios se enoja contra el pueblo de Israel por su falta de fe, dice: «he jurado en mi cólera que no entrarán en mi
descanso» (Sal. 95, 11).
El valor divino del descanso
Cuando la Biblia dice
que Dios descansó, está utilizando un antropomorfismo
–es decir, una realidad humana aplicada, por analogía, a Dios–. Su objetivo es
pedagógico. Dios nos enseña a descansar. Porque el hombre sí necesita
descansar. Al ser parte de este mundo, comparte el ritmo binario de toda la creación,
un vaivén entre el reposo y la actividad. Jesús –escuchamos en el evangelio de
hoy– invita a sus apóstoles, recién llegados de una misión, a descansar en un
lugar apartado. Ahora bien, este descanso no es sólo una condescendencia a su
fatiga; es también una participación en la intimidad de Jesús; es un entrar en su descanso. Descansar con
sentido cristiano es anticipar la meta última de nuestra existencia: el
descanso en Dios. En términos absolutos, el descanso será por mucho la
“actividad” más relevante, intensa y gratificante de toda nuestra vida; nada
más y nada menos que por toda la eternidad.
Ahora bien,
descansar, al menos en el cielo, no es pasividad. De hecho, es todo lo contrario:
es amar intensamente, porque el amor es el verdadero punto de reposo de lo humano.
Tipos de descanso
Porque eso es descansar:
encontrar el punto de reposo en todas
nuestras dimensiones: cuerpo, mente, corazón y espíritu. Sin duda, el descanso mental
y corporal es indispensable para recuperar energías y seguir viviendo. Pero no
debemos olvidar el descanso del corazón y del espíritu. ¿Dónde o cómo encontrar
el punto de reposo del corazón y del
espíritu? En el reencuentro pacificador
con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Ciertos aborígenes australianos
siguen cazando “a pie”. Hacen largas carreras tras sus presas hasta consumar la
cacería. De cuando en cuando, el líder del grupo ordena una pausa de descanso
mientras dice: “Hay que esperar que nos alcancen nuestras almas”. También
nosotros a veces vamos tan aprisa por la vida que dejamos nuestra propia alma
atrás –y, de paso, a Dios y a los demás–. Necesitamos pausas para “reencontrarnos”
y sentir de nuevo nuestro punto de reposo.
Enemigos del descanso
Por paradójico que
parezca, descansar hoy puede ser una de las “tareas” más difíciles de cumplir. El
descanso tiene muchos enemigos. Señalo sólo tres: el activismo, el “preocupismo”
y el hedonismo.
Activismo
El activismo es una
afición desordenada al trabajo. No equivale a productividad. De hecho, sería
más productivo “no trabajar tanto”. Porque no se puede trabajar impunemente sin
descanso. Trabajar indefinidamente –según muchos estudios– termina por “ciclar” a la persona, y puede
provocar depresión por agotamiento nervioso. El nuevo paradigma de la productividad,
según Jim Loehr y Tony Schwartz, no es la buena administración del tiempo sino la
buena administración de la energía física, mental, emocional y espiritual; y
eso requiere descanso, recuperación, punto
de reposo.
“Preocupismo”
No está en el
diccionario, pero es muy real. Consiste en angustiarse de más por las
exigencias y obligaciones ordinarias de la vida. El “preocupismo” le pega,
sobre todo, a nuestro descanso mental y emocional. En el fondo, al “preocupón”
le suele faltar fe y confianza en Dios; ese sano sentido de la providencia divina,
de la que habla Jesús cuando dice: «No
andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?,
¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles;
pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso» (Mt.
6, 31 – 32). Contra el “preocupismo”, además de la fe y la confianza en Dios, hay
un hábito importantísimo: aprender a no “pre-ocuparse” sino “ocuparse”. Todo en
su momento.
Hedonismo
Un tercer enemigo
del descanso es el hedonismo. Es un falso
descanso. La búsqueda desordenada del placer puede ser una fuga; un refugio
para situaciones no resueltas. Lo cierto es que el hedonismo desasosiega, roba
la paz. Quien se entrega al placer desenfrenado no encontrará nunca punto de reposo. En cambio, quien
disfruta de los goces honestos y legítimos de la vida –como pueden ser
contemplar la naturaleza, meditar, practicar deporte, gustar la comida, convivir,
tomar una buena siesta– no siente necesidad de otras “salidas”.
En síntesis
Dios no sólo nos
permite descansar; nos lo manda. Es el sentido de los días feriados y festivos,
y especialmente del Domingo, Día del
Señor, día de reposo y oración. Quiere que probemos un anticipo del cielo,
donde entraremos en su descanso. Y
que alcancemos nuestro punto de reposo
en el reencuentro pacificador con Él, con los demás, con nosotros mismos y con
la naturaleza.
Como niño en brazos de su madre