VII Domingo de Pascua - 20 de mayo de 2012
Solemnidad de la Ascensión
del Señor
Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima - Monterrey,
N.L.
La Ascensión del Señor
Un
cosmonauta ruso dijo en cierta ocasión: “Subí al cielo y no vi a Dios”. Y un
taxista mexicano, que escuchaba la radio, comentó: “Te hubieras quitado el
casco, a ver si no lo ves”. Hoy subió Jesús al cielo. Se fue al reencuentro con
Dios Padre. Terminaba así su misión. Su ascensión nos invita a mirar al cielo. ¡Cómo
necesitamos, en los tiempos que corren, esta mirada al cielo!
Mirar al cielo
Mirar al
cielo es mucho más que “ver” si está nublado o no. Mirar al cielo, más que ver es saber que más allá de las nubes hay un sol radiante y un cielo azul
que invita a la ilusión, la alegría y la esperanza. Mirar al cielo es
contemplar la meta final de nuestra vida; es anticipar el gozo de la
recompensa.
Para mirar al cielo
Mirar
al cielo tiene un precio: dejar de mirar las cosas de la tierra. San Pablo nos anima
en este sentido: “Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba,
donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Aspiren a las cosas de arriba,
no a las de la tierra” (Col. 3, 1 –
2). Para mirar al cielo, hay que dejar otras miradas…Hay que dejar de mirar las
vanidades de esta vida. Hay que dejar de mirar el carro, la casa o el jardín
del vecino; no digamos ya su mujer o su marido. Hay que dejar de mirar las seducciones que llaman a la puerta de
nuestros sentidos. Hay que dejar de
mirar la fama, las candilejas y la falsa gloria.
Levantar el corazón
El
corazón se nutre de aquello que miramos. Si
miramos sólo tierra, nuestro corazón se llenará de tierra; pero si miramos al
cielo, nuestro corazón se llenará de cielo. La Ascensión de Jesús no sólo nos
invita a levantar la mirada al cielo; también el corazón. Esta invitación se
repite en cada Misa: “Levantemos el corazón”. Todos responden: “Lo tenemos
levantado hacia el Señor”. ¿De verdad tienes el corazón levantado hacia el
Señor? A veces el corazón pesa demasiado. Hace falta una grúa para levantarlo… ¿Por
qué a veces pesa tanto el corazón? Porque el corazón es como las esponjas: se
llena de aquello en lo que lo sumerges. Si tu corazón está sumergido en
soberbias y sensualidades, ¿cómo podrás levantarlo al cielo? El corazón hay que
aligerarlo. Hay que sacarlo de la cubeta del egoísmo, y exprimirlo de toda
soberbia y sensualidad. Entonces pesará menos… y podrás “levantarlo hacia el
Señor”. No te desalientes si sientes que tu corazón está “demasiado abajo”,
sumergido en lo profundo de tus malas decisiones y acciones. El mismo Cristo quiso
llegar “muy abajo” para subir al cielo. Lo dice san Pablo: “Subiendo a las
alturas (Cristo), llevó consigo a los cautivos y dio dones a los hombres. ¿Y
qué quiere decir «subió»? Que primero bajó a lo profundo de la tierra” (Ef. 4, 8 – 9). La Ascensión del Señor es ya el inicio de nuestra
propia ascensión. Como dice un hermosísimo himno de la liturgia de este día:
“No, yo
no dejo la tierra. / No, yo no olvido a los hombres. / Aquí, yo he dejado la
guerra; / arriba, están vuestros nombres”.
¿Qué
hacéis mirando al cielo, / varones, sin alegría? / Lo que ahora parece un vuelo
/ ya es vuelta y es cercanía.
El gozo
es mi testigo. / La paz, mi presencia viva, / que, al irme, se va conmigo / la
cautividad cautiva.
El
cielo ha comenzado. / Vosotros sois mi cosecha. / El Padre ya os ha sentado /
conmigo, a su derecha.
Partid
frente a la aurora. / Salvad a todo el que crea. / Vosotros marcáis mi hora. /
Comienza vuestra tarea.
(Himno de las I Vísperas de la Ascensión del
Señor).
María: con la mirada en el cielo
Una de
las más bellas imágenes de la Santísima Virgen es la Madonna de Ferruzzi. María
es casi una niña, bellísima, con el niño Jesús en brazos, completamente dormido
–hasta con la boquita abierta–. El rostro de María no esconde una cierta
preocupación, pero sus ojos están mirando al cielo, justo por encima del
horizonte. Nunca he visto un rostro mejor combinado, que refleje tan bien
nuestra vida. Que María Santísima nos conceda vivir como ella; con una vida
cargada a veces de preocupaciones, pero siempre con la mirada puesta en el
cielo.