Domingo IV de Cuaresma - 18 de marzo de 2012
Parroquia y Santuario de Fátima - Monterrey,
N.L.
Logotipos
Hoy
casi todo tiene un logotipo. Facebook tiene logotipo, Twitter tiene logotipo, las empresas
tienen logotipo. Un logotipo es la imagen de una marca, producto o corporación.
Las agencias de publicidad los crean tomando las notas esenciales del producto
o de la empresa. Con el logotipo, suelen entregar una amplia descripción de los
significados presentes en la imagen. De hecho, un buen logotipo no tiene
desperdicio. Cada detalle significa algo.
El logotipo del amor
También
el amor tiene logotipo. De hecho, ha tenido muchos a lo largo de la historia. Yo
hoy quiero proponerles tal vez el logotipo más simple, pero también el más denso,
del amor: la cruz. Obviamente, la cruz es mucho más que un logotipo. Es signo y es realidad al mismo tiempo. Pero a mí me
parece que es también el mejor logotipo del amor que jamás se haya podido imaginar.
Bastan dos trazos para dibujarlo. Pero tiene múltiples significados. Con sólo
dos trazos, nos ofrece de inmediato tres significados: salvación, reconciliación
y esperanza.
Signo de salvación
Jesús equiparó
su cruz con la serpiente en el cayado de Moisés. El cayado de Moisés fue signo
y causa de salvación para los israelitas cuando se rebelaron contra Dios y una
plaga de serpientes venenosas los atacó en el desierto. Dios le mandó a Moisés
que hiciera una serpiente de bronce y la colocara en el cayado. A todo el que fuera
mordido por una serpiente le bastaría con mirar la serpiente en el cayado para
quedar curado. De ahí que el cayado con la serpiente sea el símbolo de la
medicina. La cruz es el nuevo “cayado” de la salvación. Sólo que en lugar de
una serpiente, pende de ella Cristo Jesús. Mirarla con fe ha sido y es fuente
de salvación. Porque mirar la cruz es saberse y sentirse amado; y quien se sabe
y se siente amado, se sabe y se siente salvado.
Signo de reconciliación
El
segundo simbolismo de la cruz lo tomo del hecho de que ella se yergue entre el
cielo y la tierra. De alguna forma, la cruz une el cielo con la tierra. La
cruz, con sus dos trazos, es el símbolo de la reconciliación de los hombres con
Dios y de los hombres entre sí. El trazo vertical simboliza la reconciliación
con Dios; el horizontal, con los hombres. La cruz es así un lugar de encuentro. Mejor dicho, de
“reencuentro”. La cruz es el lugar en el que se cruzan los dos grandes amores
del corazón humano: el amor a Dios y el amor a los hermanos. Es lugar y es
precio. Porque no hay verdadero amor ni verdadero encuentro ni verdadera
reconciliación sin cruz.
Signo de esperanza
En su último testamento, la filósofa y santa Edith
Stein escribió en un telegrama a su Madre Priora, antes de ser llevada al
campo de concentración de Auschwitz, estas palabras: "No se puede adquirir la ciencia de la cruz
más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante
he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi
corazón: Salve, oh Cruz, mi única esperanza". Los cartujos tienen este lema: “Stat
Crux dum volvitur orbis”. ¡Cuánta razón tienen! La cruz es el único
verdadero punto firme del universo. Cristo crucificado es el perno sobre el
que gira el mundo y la vida de cada uno de nosotros. Él no está ahí, en lo alto
de la cruz, sólo para que lo miremos. Está ahí para que nos sintamos mirados
por Él. Desde su cruz, Cristo nos mira con profundo amor y compasión; y asume y
comparte todos nuestros sufrimientos. Desde su cruz, Él da un nuevo significado
a todas nuestras cruces. Desde su cruz, Él da un valor redentor a todos nuestros
dolores. Mirar la cruz es sentir el consuelo de que no estamos solos cuando
sufrimos: Jesús está en la cruz no sólo por
nosotros sino también y sobre todo con nosotros. Es verdad que la cruz
cuesta. Pero nunca, como cuando estamos crucificados, nos sentimos más cerca de
Jesús.
Junto a la cruz, estaba María
El
Evangelio nos presenta a María junto a la cruz de su Hijo, en pie. Ella no dejó
ni por un instante a su Hijo mientras estuvo en la cruz. Así tampoco hoy nos
abandona cuando estamos de alguna manera crucificados. Al revés, entonces es
cuando está más cerca de nosotros. Está ahí para darnos valor y fortaleza. Está
ahí para recordarnos que nuestra cruz, como la de Jesús, también es fuente de
salvación, de reconciliación y de esperanza.
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