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lunes, 26 de marzo de 2012

EL “LOGOTIPO” DEL AMOR


Domingo IV de Cuaresma - 18 de marzo de 2012
Parroquia y Santuario de Fátima - Monterrey, N.L.

Logotipos

Hoy casi todo tiene un logotipo. Facebook tiene logotipo, Twitter tiene logotipo, las empresas tienen logotipo. Un logotipo es la imagen de una marca, producto o corporación. Las agencias de publicidad los crean tomando las notas esenciales del producto o de la empresa. Con el logotipo, suelen entregar una amplia descripción de los significados presentes en la imagen. De hecho, un buen logotipo no tiene desperdicio. Cada detalle significa algo.


El logotipo del amor

También el amor tiene logotipo. De hecho, ha tenido muchos a lo largo de la historia. Yo hoy quiero proponerles tal vez el logotipo más simple, pero también el más denso, del amor: la cruz. Obviamente, la cruz es mucho más que un logotipo. Es signo y es realidad al mismo tiempo. Pero a mí me parece que es también el mejor logotipo del amor que jamás se haya podido imaginar. Bastan dos trazos para dibujarlo. Pero tiene múltiples significados. Con sólo dos trazos, nos ofrece de inmediato tres significados: salvación, reconciliación y esperanza.

Signo de salvación

Jesús equiparó su cruz con la serpiente en el cayado de Moisés. El cayado de Moisés fue signo y causa de salvación para los israelitas cuando se rebelaron contra Dios y una plaga de serpientes venenosas los atacó en el desierto. Dios le mandó a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y la colocara en el cayado. A todo el que fuera mordido por una serpiente le bastaría con mirar la serpiente en el cayado para quedar curado. De ahí que el cayado con la serpiente sea el símbolo de la medicina. La cruz es el nuevo “cayado” de la salvación. Sólo que en lugar de una serpiente, pende de ella Cristo Jesús. Mirarla con fe ha sido y es fuente de salvación. Porque mirar la cruz es saberse y sentirse amado; y quien se sabe y se siente amado, se sabe y se siente salvado.

Signo de reconciliación

El segundo simbolismo de la cruz lo tomo del hecho de que ella se yergue entre el cielo y la tierra. De alguna forma, la cruz une el cielo con la tierra. La cruz, con sus dos trazos, es el símbolo de la reconciliación de los hombres con Dios y de los hombres entre sí. El trazo vertical simboliza la reconciliación con Dios; el horizontal, con los hombres. La cruz es así un lugar de encuentro. Mejor dicho, de “reencuentro”. La cruz es el lugar en el que se cruzan los dos grandes amores del corazón humano: el amor a Dios y el amor a los hermanos. Es lugar y es precio. Porque no hay verdadero amor ni verdadero encuentro ni verdadera reconciliación sin cruz.

Signo de esperanza

En su último testamento, la filósofa y santa Edith Stein escribió en un telegrama a su Madre Priora, antes de ser llevada al campo de concentración de Auschwitz, estas palabras:  "No se puede adquirir la ciencia de la cruz más que sufriendo verdaderamente el peso de la cruz. Desde el primer instante he tenido la convicción íntima de ello y me he dicho desde el fondo de mi corazón: Salve, oh Cruz, mi única esperanza". Los cartujos tienen este lema: “Stat Crux dum volvitur orbis”. ¡Cuánta razón tienen! La cruz es el único verdadero  punto firme del universo. Cristo crucificado es el perno sobre el que gira el mundo y la vida de cada uno de nosotros. Él no está ahí, en lo alto de la cruz, sólo para que lo miremos. Está ahí para que nos sintamos mirados por Él. Desde su cruz, Cristo nos mira con profundo amor y compasión; y asume y comparte todos nuestros sufrimientos. Desde su cruz, Él da un nuevo significado a todas nuestras cruces. Desde su cruz, Él da un valor redentor a todos nuestros dolores. Mirar la cruz es sentir el consuelo de que no estamos solos cuando sufrimos: Jesús está en la cruz no sólo por nosotros sino también y sobre todo con nosotros. Es verdad que la cruz cuesta. Pero nunca, como cuando estamos crucificados, nos sentimos más cerca de Jesús.

Junto a la cruz, estaba María

El Evangelio nos presenta a María junto a la cruz de su Hijo, en pie. Ella no dejó ni por un instante a su Hijo mientras estuvo en la cruz. Así tampoco hoy nos abandona cuando estamos de alguna manera crucificados. Al revés, entonces es cuando está más cerca de nosotros. Está ahí para darnos valor y fortaleza. Está ahí para recordarnos que nuestra cruz, como la de Jesús, también es fuente de salvación, de reconciliación y de esperanza.

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