¡Gracias por su visita!

Aquí podrán leer capítulos de "Vicios & Virtudes", guías, frases, fotos y otras publicaciones. Los lunes estará disponible el nuevo video con la homilía del evangelio y la versión en texto. ¡Gracias por su visita!

lunes, 15 de agosto de 2011

CUANDO DIOS NO RESPONDE


XX Domingo del Tiempo Ordinario - 14 de agosto de 2011
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.


Un Dios que no responde

Todos hemos tenido alguna vez la experiencia de un Dios que no responde. Ante un problema grave, una necesidad, una urgencia, acudimos a Él en la oración. Pero todo sigue igual; nada se arregla; no se ve la salida. Parece como si Dios no escuchara; y si escucha, no responde. El Papa dice, sin embargo, que Dios también habla por medio del silencio:


“El silencio de Dios, la experiencia de la lejanía del Omnipotente y Padre, es una etapa decisiva en el camino terreno del Hijo de Dios... Esta experiencia de Jesús es indicativa de la situación del hombre que, después de haber escuchado y reconocido la Palabra de Dios, ha de enfrentarse también con su silencio. Muchos santos y místicos han vivido esta experiencia, que también hoy se presenta en el camino de muchos creyentes… En esos momentos de oscuridad, [Dios] habla en el misterio de su silencio” (Exhortación apostólica Verbum Domini, n. 21).

El silencio de Dios puede parecer cruel, pero no lo es. Es un silencio que invita a madurar y crecer en la fe.

Pagana, pero con fe…

La mujer cananea del Evangelio de hoy es un ejemplo de lo que es capaz de hacer el silencio de Dios. Ella tenía un problema. Un grave problema: su hija estaba siendo atormentada por un demonio. No sabemos bien de qué se trataba: podía ser una posesión diabólica; o tal vez su hija se había descarriado, andaba en malos pasos…  En cualquier caso, ella sabe que su hija no es mala; que ninguna hija es mala. Es el demonio quien las desfigura, las “desnaturaliza”, las afea, las hace sufrir… Se enteró de que Jesús pasaría por su tierra. Tierra de paganos (Tiro y Sidón); tierra, por tanto, de gente sin la herencia de la fe, sin la bendición del pueblo escogido, sin la predilección de Dios… El caso es que ella, al ver a Jesús, sintió que una ola de esperanza removía todo en su interior, y acudió a Él.  Pero “Jesús –dice el Evangelio– no le contestó una sola palabra”. Él no venía para los paganos, sino para los israelitas… Eran las reglas. ¡Qué difícil! ¡Cuesta imaginar a un Jesús inflexible, duro, impenetrable a las súplicas! Pero a qué grado de insistencia y atrevimiento llegaría la fe de la cananea, lo dice el Evangelio con seis verbos:
  • Le salió al encuentro
  • Le gritó
  • Se acercó
  • Se postró
  • Le dijo de nuevo
  • Le replicó

Qué hacer ante el silencio de Dios

Hay una regla básica: al orar tienes que aprender a decir “no” a la impaciencia; “sí” a la insistencia. Si Dios calla, tú no calles. Dios puede dejar de hablar; pero jamás dejar de amar. Dios puede silenciar sus labios; nunca su corazón. Cuando calla, nos sigue amando.

Cómo ablandar el corazón de Dios

La oración, en su versión más atrevida, es el poder del hombre sobre el corazón de Dios.

Oración paciente

La mujer cananea fue paciente. No se desanimó ante el silencio de Dios y sus aparentes negativas. Cuando ores, tienes que estar dispuesto a esperar; la hora de Dios llegará. Y seguir insistiendo e insistiendo..., como la mujer cananea, al punto que los apóstoles le rogaban a Jesús que la atendiera.

Oración humilde

“También los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos…”.  Así de humilde fue la oración de la mujer. Sabía que no pertenecía al “pueblo elegido”. Acepta su realidad…

Oración creyente

La mujer se atreve a pedir a Jesús lo que trae en el corazón. Ora con fe; con una “fe proactiva”. Es, tal vez, el mayor fruto del silencio de Dios: una fe más grande, más madura, más atrevida.

Oración materna

La oración de la mujer cananea tenía un “plus” que no podemos dejar de considerar: era una “oración materna”. La oración de una madre por sus hijos siempre tiene un poder especial sobre el corazón de Dios. Hace vibrar sus fibras más sensibles, porque el corazón de Dios tiene mucho de “materno”. Creo que en el corazón de Dios debe haber un casillero especial –preferencial– para las oraciones que vienen de un corazón de madre. Dios sabe que son las peticiones más sinceras, las más nobles, las más desinteresadas, las más apremiantes, las más certeras. La oración de una madre es tal vez lo más parecido en la creación al corazón de Dios: a su sensibilidad, a su compasión, a su “sinfonía interior”. Incluso los que no somos mamás, podemos pedir por los demás con corazón de madre, con “afecto maternal”, y así ser más fácilmente escuchados.

Probando tu oración

El silencio de Dios es un “test” para tu oración. Es como si Dios te dijera: “Dóblame, gáname, convénceme…”.  Él quiere ceder, pero no está dispuesto a hacerlo sin que crezcan tu corazón y tu oración. Por eso a veces no responde…; por lo menos, no a la primera. Y recuerda: ¡Se vale pedir…! Dios está siempre por encima de sus propias “reglas”.

María, la “omnipotencia suplicante”

San Bernardo dijo que María es la “omnipotencia suplicante”. ¡Cómo no iba a serlo si su oración brota del corazón más paciente, más humilde, más creyente, más materno que jamás haya existido! Ella es la Mujer que en el mundo de hoy suplica insistente a Jesús por sus hijos e hijas, atormentados muchas veces por el mal… A Ella podemos acogernos con confianza, sabiendo que su Hijo terminará por escucharla siempre.