III Domingo Cuaresma - 20 de marzo de 2011
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.
En aquella época no había agua corriente… En medio del desierto, un pozo era cuestión de vida o muerte. Hoy ya no hay que ir al pozo… Pero la imagen del pozo sigue siendo válida.
Un pozo es todo aquello que sacia nuestra sed, del tipo que sea. Hay pozos buenos y pozos malos. Pozos llenos y pozos secos. Pozos limpios y pozos contaminados. Querámoslo o no, seguimos yendo al pozo…, porque todos tenemos sed de algo.
El pozo del placer
Éste es un pozo superficial, del que se saca agua con mucha facilidad. Y aunque promete agua abundante, tarde o temprano este pozo se seca. El agua de este pozo es sabrosa, pero sólo en un primer momento. Muy pronto, se vuelve amarga, y causa agruras y retortijones. Bien lo decía un poeta clásico: “Un no sé qué de amargo surge de lo íntimo de cada placer nuestro y nos angustia incluso en medio de nuestras delicias” (Lucrezio, poeta pagano).
El pozo del poder
El agua de este pozo es más concentrada. Tiene un “sabor fuerte”, que a algunos les fascina. De este pozo beben los que quieren mandar, ser importantes, estar arriba… El problema es que el agua de este pozo causa vértigo y mareo. Ayer me hablaba un señor de un amigo suyo que había convivido unos días con altas personalidades del mundo empresarial y había tomado un “mareo…”; de pronto se volvió insoportable.
El pozo del tener
El agua de este pozo es adictiva. Es un agua que, cuanto más se bebe, da más sed. Los que beben de este pozo se vuelven “hidrópicos”... Porque la sed de tener más nunca se acaba.
Jesús, Pozo de Agua Viva
En definitiva, ni el pozo del placer, ni el pozo del poder ni pozo del tener pueden saciar la sed del hombre. La razón es muy sencilla: el corazón humano tiene sed de un agua diferente. Tiene sed del “agua viva” que promete hoy Jesús en el Evangelio. “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él y Él te daría agua viva…”
“Si conocieras el don de Dios…” Esto es lo que nos falta a muchos: conocer a Jesús; tomar de su agua, permitir que Él sacie nuestra sed.
Su agua es “agua viva” –como Él mismo la llama–. El agua viva no causa un placer sensible, pero apaga tu sed de placeres sensibles haciéndote feliz en la austeridad. El agua viva no te encumbra, pero apaga tu sed de grandeza, haciéndote feliz en la humildad. El agua viva no te llena de cosas materiales, pero apaga tu sed de posesión, haciéndote feliz en la pobreza.
Bebiendo el Agua Viva
La samaritana es figura de la Iglesia. En ella nos vemos reflejados todos. Porque todos tenemos sed y estamos hartos de ir a tantos pozos a beber, sin que jamás se nos acabe nuestra sed. Hoy es un día para probar un pozo diferente: el pozo de Cristo. Hoy es un día para beber un agua distinta: el agua viva de Cristo. Hoy es un día para buscar una sed diferente: la sed de Dios en nuestra alma. “Dame un poco de sed, que me muero de agua”, decía un predicador hablando de este evangelio.
Hoy necesitamos sentir sed, una sed intensa, una sed insaciable, pero no de placer, ni de poder, ni de tener, sino sed de Dios, de su Pozo, de su Agua. Que estos días de Cuaresma, es decir, días de desierto, sintamos como nunca esta sed.
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