II Domingo Cuaresma
20 de marzo de 2011
Parroquia de Fátima
Monterrey, N.L.
“No vemos las cosas como son, sino que las vemos como somos” (Anaïs Nin).
Tu metáfora vital
Todos tenemos una “metáfora vital” (cf. Rick Warren, Una vida con propósito). Es nuestra forma de ver la vida, los acontecimientos, las circunstancias, incluso a las personas y hasta a Dios. Tu metáfora vital depende de cómo eres.
Si eres un “relajo”, verás la vida como una fiesta… Tu prioridad será la diversión y el entretenimiento. Todo para ti girará en torno a las “reu”, los “planes”, las “caídas”, los “pre” y los “after” (para los que no conocen esta jerga juvenil, se trata de diferentes modalidades y momentos de una fiesta). Del lunes al jueves será tu infierno. El jueves por la noche empezará tu paraíso. El ritmo, la música, la buena vibra y el alcohol serán los ingredientes básicos de tu felicidad. Como aquel que dijo: “El que vino al mundo y no toma vino, pues ¿a qué vino?”.
Si eres un pesimista, verás la vida como una tragedia… Todo será malo, oscuro, negativo. Tu corazón sabrá a amargura. Dirás, con Sartre: «La vida es una derrota, nadie sale victorioso, todo el mundo resulta vencido; todo ha ocurrido para mal siempre y la mayor locura del mundo es la esperanza» (Barioná el hijo del trueno).
Si eres un adicto al dinero, verás la vida como un negocio… Siempre irás detrás de la ganancia. Todo girará en torno a hacer negocio. Todo lo verás en clave de dinero.
Una metáfora vital consta de tres aspectos: una mentalidad, una mirada y una actitud. Si quieres “ver” a Dios, tal vez tengas que cambiar de mentalidad, de mirada y de actitud. Ver a Dios significa tener una experiencia íntima de Él; un encuentro transformante con Él. Al cambio de mentalidad corresponde el proceso de “conversión” propio de la cuaresma. Al cambio de mirada corresponde la “purificación” de nuestros sentidos. Al cambio de actitud corresponde la “apertura” a la generosidad y al desprendimiento.
Veamos el caso de Pedro, Santiago y Juan
No dudo de que Jesús se transfiguró realmente delante de Pedro, Santiago y Juan. Pero estoy igualmente convencido de que algo tuvo que cambiar en ellos para poder ver a Jesús transfigurado.
Primero: Su mentalidad de pescadores cambió por la mentalidad de seguidores. “Jesús los tomó aparte”. Y ellos lo siguieron, aunque se trataba de subir a un monte elevado.
Segundo: Su mirada empañada y natural por una mirada pura y sobrenatural. Sólo así podían ver a Jesús transfigurado.
Tercero: Su actitud egoísta por una actitud altruista. Es significativo lo que dice Pedro: “Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Ya no pensaba en sí mismo…, sino en los demás.
Si quieres ver, tienes que cambiar
Muy probablemente, Jesús quiere también transfigurarse delante de nosotros. Pero no podrá hacerlo mientras no cambiemos de mentalidad, de mirada y de actitud. Si cambiamos nuestra mentalidad rastrera por una mentalidad más elevada, Cristo podrá llevarnos a un monte alto. No olvidemos: Él sólo se transfigura en las alturas. Si cambiamos nuestra mirada empañada por una mirada limpia, Cristo podrá brillar para nosotros. No olvidemos: sólo los ojos limpios pueden ver a Dios. Si cambiamos nuestra actitud cerrada y egoísta por una actitud abierta, Cristo podrá llenarnos de gozo. No olvidemos: Jesús sólo hace feliz al que no busca serlo.
María, la mujer transfigurada
Es verdad, vemos las cosas no como ellas son sino como somos nosotros. María fue la mujer de mentalidad más alta, de mirada más pura, de actitud más abierta y generosa. El Evangelio no dice que Ella haya estado presente en la transfiguración.
Pero intuyo que en su corazón de Madre y discípula de Cristo, alguna transfiguración interior habrá presenciado… Que Ella nos enseñe a cambiar para poder ver a Jesús. Al Jesús luminoso, bello y atractivo, que conquiste nuestra mente, nuestros ojos y nuestro corazón.
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