Domingo XXX del Tiempo
Ordinario
Parroquia de Ntra.
Sra. de Fátima
Monterrey, N.L.
Ciegos célebres
Los ciegos nos
sorprenden a veces con una “visión” más clara y profunda que la nuestra. Es
bien conocido el caso de Hellen Keller, quien de muy pequeña quedó ciega y
sorda. Años después, habiendo aprendido heroicamente a escribir, ella misma relataría: «Podía compararme
con un insensible pedazo de corcho. De pronto, sin que recuerde el lugar, el
tiempo o el procedimiento exactos, sentí en el cerebro el impacto de otra mente
y desperté al lenguaje, el saber, el amor, a las habituales nociones acerca de
la naturaleza, el bien y el mal». Según sus biógrafos, aprendió los nombres de
las cosas que podía tocar; aprendió a “hablar” y a “escuchar” con las manos. Escribió,
entre otros, un libro titulado Luz en mi oscuridad. Otro ciego célebre es Andrea Bocelli. No
cabe duda de que la ceguera, lejos de obstaculizar su talento, lo ha
amplificado. Y san Francisco de Asís, quien ya viejo y casi ciego, dio a luz el
más célebre de sus escritos: el Cántico
de las creaturas. En el fondo, estos ciegos han visto tanto gracias a la luz interior de su espíritu. «Nadie puede apreciar el
secreto de su desarrollo –escribe Paul Sperry sobre el caso Keller– sin conocer
algo de su fundamento espiritual. Para ella la religión era una manera de vivir
día a día, y la vida espiritual era tan real y práctica como la vida natural».