Solemnidad de María Madre de Dios - 1 de enero
de 2012
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.
1 de enero
La
Iglesia abre el calendario civil con una solemnidad y una jornada. La
solemnidad no podía ser más bella: “Solemnidad de María, Madre de Dios”. La
jornada no podía ser más necesaria: “Jornada Mundial de la Paz”. Los “fines de
año” y los “inicios de año” pueden ser, y de hecho son, desde el punto de vista
natural, días como los demás. El
hombre, creando el calendario, les da un significado especial. Siente en cada
nuevo año el pulso de la vida. El cristianismo ha asumido y elevado
la conciencia humana del tiempo. Con Cristo, el Hijo de Dios encarnado y nacido
en Belén, el tiempo tiene un valor muy por encima de los ciclos de la
naturaleza. El tiempo ya no es sólo medida del cambio; es historia. De hecho, historia
de salvación.
El Príncipe de la Paz
Según
la Biblia, Jesús es el Príncipe de la Paz (cf. Is. 9, 5). Jesús vino a
inaugurar el “tiempo de la paz”. Nosotros, sin embargo, seguimos sufriendo la
falta de paz. Nos falta paz
exterior. Nos falta paz interior. Sabemos, ciertamente, que la paz no es
ni podrá ser, en esta vida, un estado definitivo. La paz es más un camino, una
búsqueda, un esfuerzo constante. El
inicio del año es un buen momento para reflexionar qué debemos hacer para
avanzar en nuestro camino hacia la paz, exterior e interior.
La paz empieza en el corazón
Es
preciso hacer una primera aclaración: quien no está en paz consigo mismo, no
puede ser constructor de paz para los demás. La paz empieza en el corazón.
Ahora bien, el corazón, a su vez, se nutre en gran medida de nuestra memoria.
No es posible tener el corazón en paz si nuestra memoria no está en paz. Por eso, el Papa Juan Pablo II insistió
tanto, durante el Jubileo del Año 2000, en un concepto novedoso: la purificación de la memoria. Nuestra memoria no es neutra. Todo lo
que ella conserva, nos afecta de alguna manera. Nos da paz, o nos la roba.
Purificando la memoria del pasado
Lo
primero que tenemos que hacer para alcanzar la paz del corazón es purificar
nuestra memoria del pasado. Purificar significa aquí dos cosas:
- Atesorar lo bueno.
- Desechar lo malo.
Solemos
ser buenos para recordar lo malo, y malos para recordar lo bueno. ¿Con qué te quedas del año 2011 que
acaba de terminar? Haz memoria de
todas las bendiciones, favores y buenos momentos que recibiste. ¡Dale gracias a
Dios y haz tesoro de ello! Haz
memoria también de tus buenas obras, de tus logros y metas alcanzadas. ¡Dale
gracias a Dios y haz tesoro de ello! Haz memoria también de todo lo que
aprendiste, de las lecciones de vida que alcanzaste –incluso y sobre todo
cuando te equivocaste–. ¡Dale gracias a Dios y haz tesoro de ello! De lo malo que hiciste o que te
hicieron, saca lecciones de vida, pero no atesores amarguras ni rencores. En el campo médico, se habla de “enfermedades
por atesoramiento” o tesauresmosis:
cuando por falta de una enzima, el organismo acumula desechos tóxicos. Algo
parecido ocurre en nuestro organismo psicológico o espiritual si no aprendemos
a desechar a tiempo malos recuerdos, amarguras y rencores.
Purificando la memoria del presente
La memoria
del presente consiste en recordar quiénes somos y para qué estamos aquí y ahora. Purificar tu memoria del presente es darte un momento de lucidez y
preguntarte por tu identidad y tu proyecto de vida. Puede ayudarte hacer una lista de tus principales roles y preguntarte
cómo estás desempañando cada uno. Los
pesimistas dicen que el inicio de año es el tiempo de los propósitos que nunca
se cumplen. Tú no hagas caso: ponte metas
en cada rol o aspecto de tu vida: personal, espiritual, familiar, profesional,
social, etc., y empieza a vivirlas hoy mismo.
Purificando la memoria del futuro
Existe,
también, una memoria del futuro: la esperanza. Hay que saber recordar todo
lo bueno que nos está esperando en
este año. Si somos creyentes en
Dios, si lo amamos y queremos vivir en sus planes, ¿cómo no esperar mil
bendiciones en este año 2012? Conviene
recordar, de cara al futuro inmediato, uno de los versículos paulinos más
citados: “Todo coopera al bien de los que aman a Dios” (Rm 8, 28). “Todo”
significa “todo”: lo bonito, lo agradable, lo que se ajusta a nuestros planes;
pero también lo contrario: lo desagradable, lo inesperado, lo imprevisible. Purificar la memoria del futuro
significa renovar la certeza de que Dios nos ama y acompaña a lo largo del
camino.
Con esta certeza en el
corazón, te sugiero:
- Vivir el 2012 con un sano optimismo.
- No anticipar desgracias.
María
es la Madre de Dios. Es la Madre de Aquel que nos trajo la paz. De su mano, podremos caminar a lo
largo del año 2012 con muchísima paz. Ella es la Madre de nuestra paz. Hace unos
años, en un Concierto de Navidad en el Vaticano, la cantante italiana Tosca interpretó
una bellísima pieza mariana: Mater
Iubilaei. Para la Misa de Navidad del domingo pasado, me permití adaptar la
letra, conservando el fondo mariano. La titulé Madre de nuestra paz.
Nubes oscuras se acercan.
Miran los ojos tinieblas.
¿Dónde un refugio encontrar,
si el mundo ciego va?
Dudas espesas se ciernen.
Inundan sombras la mente.
¿Cuándo por fin volverán
cielos azules de paz?
Madre y esperanza:
Entre tus brazos nace de nuevo la
calma.
En Ti la paz ya renace.
De nuestra paz eres
Madre.
Rotas están las amarras.
Surcan el mar nuestras almas.
Sienten los vientos venir.
¿Cómo afrontarlos sin ti?
Sí, somos presas del miedo.
Puerto seguro no vemos.
Sé Tú la estrella feliz;
Luna radiante y sutil.
Madre y esperanza:
Entre tus brazos nace de nuevo la calma.
En Ti la paz ya renace.
De nuestra paz eres Madre.