Domingo III del Tiempo Ordinario - 22 de enero
de 2012
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.
Una decisión valiente
La de Pedro y Andrés
fue una decisión valiente. En un instante,
su vida dio un giro inesperado. Jesús, ese rabino apenas conocido, los llamó a
seguirlo. Dice el Evangelio que ellos “inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.
No tenían idea en ese momento de la aventura que les esperaba. ¡Qué imprudencia!,
pudiéramos pensar hoy. La vida moderna nos ha enseñado a ser calculadores. Tal
vez nosotros hubiéramos necesitado algunas aclaraciones: “¿Dónde vamos a vivir?
¿En qué va a consistir el trabajo? ¿Quiénes formarán parte del equipo? ¿Cuánto se
nos vas a pagar? ¿Qué prestaciones vamos a tener? ¿Cómo será la jubilación?
Menos mal que Pedro
y Andrés no hicieron esas preguntas. Imagínense que Jesús les hubiera
respondido así: ¿Vivienda? “El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.
¿En qué consistirá el trabajo? “Vayan por todo el mundo y prediquen el
evangelio a todas las naciones”. ¿Quiénes formarán el equipo? “Hombres sin
instrucción ni cultura” (cf. Hch. 4,
13), ¿Sueldo o prestaciones? “Coman y beban lo que les den” (Lc. 10, 7). ¿Jubilación?
El martirio: “Mi cáliz lo beberán” (Mt. 20, 23). Pero ellos no hicieron
preguntas. Escucharon la invitación de Jesús y, dejándolo todo, lo siguieron.
El reto del cambio
Todos hemos
experimentado el reto que supone un cambio de vida. Un cambio de casa, un
cambio de trabajo, un cambio de ciudad o de país, un cambio de rutinas, etc. Los
cambios en la vida nos sacuden por dentro. Despiertan en nosotros recursos y
fuerzas de adaptación que, de otro modo, quedarían atrofiados. Rompen esquemas
y seguridades que ya habíamos alcanzado. Nos sacan de la estabilidad. Por eso
son buenos.
Algo que cambiar
El beato y
cardenal inglés John Henry Newman (1801-1890), uno de los conversos más famosos
de la historia –se convirtió del anglicanismo al catolicismo cuando tenía 44
años, estudiando historia del cristianismo– escribió en cierta ocasión: “Vivir
es cambiar, y ha vivido mucho quien ha cambiado mucho”. Estamos todavía en los inicios del año 2012. Tenemos por delante un año en el que todos, probablemente, hemos hecho
algún buen propósito.
¿Por qué no incluir
entre esos propósitos algo que cambiar? Algo que rompa mis esquemas, que me saque de la
rutina, que me rete a entrar en una nueva etapa de mi vida. Obviamente, hay cambios pequeños, que vale la
pena hacer:
- Un cambio de look personal.
- Un cambio de perfil en tu cuenta de Facebook.
- Un cambio de ruta en tus desplazamientos.
- Un cambio de deporte o de hobby.
- Un cambio de destino en tus vacaciones, etc.
Pero hay
cambios más importantes.
Y es aquí donde se
vuelve crucial escuchar la voz de Jesucristo:
qué cambio te está invitando a hacer. A Dios no le gustan las vidas rutinarias, las
vidas ya acomodadas. Por eso nos
llama con cierta frecuencia a un cambio de vida.
En qué cambiar
Un hombre
acudió a un retiro espiritual de fin de semana. Tuvo ahí una experiencia fuerte
de conversión. Y salió con el propósito de hacer cambios importantes en su
vida. Pero no sabía bien por dónde empezar. Entonces Dios le sugirió en su
interior una manera muy simple –y muy audaz– de saber qué debía cambiar: al
llegar a su casa, le ofreció a su mujer una hoja en blanco y una pluma y le
rogó: “Escríbeme cinco cosas que quieres que yo cambie…” No es un mal método…, aunque puede ser un poco
aventurado. Sin embargo, la herramienta más
ordinaria para descubrir en qué debemos cambiar es la oración y el examen de
conciencia. Orar es ponerte delante de Dios y de tu conciencia, con total
sinceridad, para descubrir áreas de
oportunidad en tu vida. Normalmente encontrarás deficiencias, fallos, malos
hábitos que te hacen sufrir a ti o a los demás. Y esto en tu vida personal, en
tu noviazgo, en tu vida familiar, en tu matrimonio, en tu desempeño académico,
laboral o social, etc.
Pregúntate:
- ¿Qué estás haciendo mal que puedes hacer bien?
- ¿Qué estás haciendo bien, que puedes hacer mejor?
Que María nos ayude a cambiar
“Vivir es
cambiar. Y ha vivido mucho quien ha cambiado mucho”. Cambiar supone siempre dejar algo
atrás. Es el precio de cambiar;
de crecer y madurar. Para los primeros apóstoles, cambiar de vida
supuso dejar la barca, las redes, la familia y seguir a Jesús. ¿Qué
podrá suponer para ti…? Sólo Dios y tú lo saben…
La Virgen María es
una gran aliada en cualquier cambio de vida. Ella, como buena madre, quiere
que pasemos siempre de lo malo a lo bueno y de lo bueno a lo mejor. Por eso,
acude con mucha confianza a María, para que Ella te alcance la gracia de
afrontar el reto de ese algo que cambiar
en este año.
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