II Domingo de Adviento - 4 de diciembre de 2011
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.
Preparativos
Nunca ha llegado
jamás a ningún lugar ninguna persona más importante que Jesús cuando vino al
mundo. Y normalmente, cuando va a
llegar un presidente o jefe de estado a un lugar, se nombran tres jefes o
encargados de áreas que son clave para la buena marcha de la recepción:
- Un jefe de protocolo
- Un jefe de logística
- Un jefe de seguridad
Al jefe de protocolo
le toca ver quién sí y quién no debe estar cuando llegue el alto visitante. Al jefe de logística le toca definir y
habilitar todos los espacios y accesos para los movimientos del visitante y su
comitiva. Al jefe de seguridad le
toca verificar que el lugar esté en perfecta paz y sin ninguna amenaza para el
visitante.
Juan el Bautista
En tiempos de Jesús,
no había tanto equipo... Pero Dios
no dejó de preparar con detalle su venida al mundo. No hubo entonces tres jefes
o responsables. Hubo uno solo: Juan el Bautista. Él ejerció las tres funciones:
jefe de protocolo, de logística y de seguridad.
Protocolo de Adviento
Como Jefe de
protocolo, el Bautista se encargó de definir muy bien quién sí y quién no debía
estar para cuando llegara Jesús.
Quienes no
deben estar, de ninguna manera, por ser “non-gratas” para la llegada de
Jesús, son las siguientes personas:
- Sra. Soledad
- Sr. Contreras
- Sra. Revueltas
- Sr. Amaro (significa “amargo”)
- Sra. Litigio
Quienes sí deben estar, y además en primera fila, son:
- Sra. Consuelo
- Sra. Esperanza
- Sr. Bueno
- Sra. Victoria
- Sra. Remedios
- Sra. Lucha (bueno, según en qué plan venga…)
Logística de Adviento
Como encargado de la
logística, Juan el Bautista tuvo que asegurarse de que todos los espacios y
accesos estuvieran perfectamente habilitados y transitables para el Huésped de
honor que estaba por llegar. Para ello, y siguiendo al profeta Isaías, Juan el
Bautista dejó cuatro instrucciones muy precisas:
- Enderezar los senderos. Hay que corregir todo lo torcido: las malas intenciones, los rebuscamientos, las vanidades, las complicaciones mentales, las susceptibilidades.
- Allanar los caminos. Hay que quitar todas las barreras: los miedos, las desconfianzas, los racionalismos y las incredulidades.
- Rellenar los valles. Hay que rellenar todas las inhibiciones y complejos, las cobardías y “falsas humildades”; hay que rellenar todo aquello que nos haga sentir menos de lo que realmente somos.
- Rebajar las colinas. Hay que bajarle a la soberbia; es decir, al orgullo, a la vanidad y a la autosuficiencia; hay que rebajar todo aquello que nos haga sentir más de lo que realmente somos.
Seguridad de Adviento
Como responsable de
la seguridad, Juan el Bautista tuvo que velar para que todo estuviera en
perfecta paz y sin amenazas de ningún tipo antes de la llegada de Jesús. Para
ello, el plan de Juan fue muy preciso: poner en paz los corazones. Estaba
seguro de que, si allí había paz, habría paz en todo el ambiente. El método que
Juan escogió para poner en paz los corazones ha sido probado y comprobado a lo
largo de muchísimos siglos: la confesión de los pecados. Confesarse significa deshacerse de todo lo que lastima, inquieta, duele o intranquiliza. Por eso, mientras
Juan bautizaba a los judíos en el Jordán, cada uno confesaba sus pecados. El
Adviento es un excelente tiempo para hacer una buena confesión sacramental. De
esas confesiones un poco más “completas”; o, como les llamamos, “confesiones generales”
(no dije “absoluciones generales…”). La confesión general consiste no en volver
a decir todos los pecados puntuales del año –no acabaríamos–, sino en ir más
bien a las “raíces” o malas actitudes de fondo que han predominado a lo largo
del año. Llevo ya al menos 4 ó 5 personas que me han pedido en estos días una confesión
así.
¡Qué mejor manera de
cerrar el año que haciendo un buen “corte de caja” y dejar en manos de Dios
todo lo que hayamos hecho en este año: lo bueno, lo regular y lo malo! Aunque
no es su objetivo primordial, una buena confesión siempre tiene un fuerte
efecto catártico mental y emocional.
María, nuestra compañera de Adviento
El Evangelio de hoy no
menciona a María. Pero sin duda Ella colaboró de manera especial con Juan el
Bautista. Así, mientras Juan se encargaba “desde fuera” del protocolo, la
logística y la seguridad del Adviento, María se encargaba “desde dentro” de los
corazones para preparar a la venida del Señor. Así también hoy, Ella se
asegurará de que estén las actitudes y los sentimientos que deben estar y que
no estén los que no deben estar en tu corazón en esta Navidad. Ella te ayudará a
enderezar los senderos de tu corazón; a allanar tus caminos interiores; a
rellenar tus depresiones y a rebajar tus presunciones. Ella, finalmente, te inspirará
hacer una buena confesión de tus pecados, que dé paz y seguridad a tu corazón.
+