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lunes, 17 de octubre de 2011

EL VALOR DE TUS MONEDAS


XIX Domingo del Tiempo Ordinario - 16 de octubre de 2011
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.


¿Cuestión sólo de impuestos?

Típicamente, el Evangelio de hoy parece el fundamento bíblico para el pago de impuestos. “Dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Pero tal vez haya en las palabras de Jesús algo más profundo que un tema de impuestos.


Homo Capax Dei: “el hombres es capaz de Dios”

Que el hombre sea capaz de darle algo a Dios es una afirmación enorme. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que el hombre es “capax Dei”: capaz de Dios. Dios creó al hombre con tres facultades claves, que lo hacen capaz de Dios: inteligencia, voluntad y corazón. Por su inteligencia, el hombre es capaz de conocer a Dios. Por su voluntad, el hombre es capaz de caminar hacia Dios por la senda de sus mandamientos. Por su corazón, el hombre es capaz de amar a Dios. Dar a Dios lo que es de Dios supone darle el asentimiento de nuestra inteligencia, el querer de nuestra voluntad, el afecto de nuestro corazón. En realidad, no le estamos dando nada que no sea suyo. Todo lo que podamos darle a Dios será siempre una devolución. Pero no por ello deja de ser don. Y Dios se complace.

Ofrezco brevemente tres maneras de concretar este triple “don” a Dios:
  • Darle nuestra “sí” a Dios en términos de fe, culto y oración.
  • Dale nuestra obediencia a sus mandamientos.
  • Dale nuestra preferencia sobre todas las cosas. 

Capaz del hombre

El Evangelio habla también de dar al hombre lo que es del hombre. Me da igual si es al César o cualquier otra persona. Si darle a Dios lo que es de Dios es vivir la religión, darle al hombre lo que es del hombre significa vivir la caridad. Religión y caridad no son más que dos caras de una misma moneda, porque fuimos diseñados para darnos a Dios y a los demás. Cristo preguntó por la imagen presente en la moneda del impuesto. Nuestra donación a Dios y a los demás es también una moneda, pero que tiene nuestra propia efigie. Cuando das algo, eres “tú mismo” quien se está dando. Hay una creencia muy difundida: “No puedes darte a los demás si primero no te valoras a ti mismo”. Esto es en parte verdad. Pero también hay que decir que la persona humana no puede valorarse en la medida en que se da los demás.  Si quieres cotizar tu propia moneda personal, tienes que ver cuánto vales en términos de donación. “El amor al otro es nuestra más íntima esencia. Es un espejo para nuestro corazón. En la medida en que nos reconocemos amando a los demás, en esa medida podemos conocernos, valorarnos y amarnos a nosotros mismos. Quien no ama a nadie es un desconocido para sí mismo y le será imposible amarse” (Vicios y virtudes, p. 20).

Cuánto valen tus monedas

¿De qué están hechas tus monedas? Obviamente, no todas las monedas son iguales. Hay personas cuyas monedas son de cobre. Son las más baratas. Son las que dan sólo por obligación y, diríamos, a regañadientes. Otros usan monedas de níquel. Son monedas que tienen ya cierta aleación de inteligencia: se dan por obligación, pero también sabiendo que es bueno hacerlo. Las monedas de plata son las que se dan no sólo con inteligencia sino también con voluntad. Obviamente, tienen más valor. Finalmente, están las monedas de oro: son las que, además de voluntad incluyen corazón. Son monedas aquilatadas por el amor. Porque el amor todo lo aquilata. El acto de servicio más sencillo asume un valor incalculable cuando se hace con amor. Caso del hombre del letrerito en el aeropuerto de Acapulco: un hombre muy pobre, pero que daba monedas de oro vs. el hombre de las monedas de cobre.

La mujer “platino”

El platino es la moneda de los santos. Y María es la Santísima por excelencia. ¿Cuál es la diferente entre el oro y el platino? El heroísmo. María fue la “mujer platino” por excelencia: sus actos fueron hechos no sólo con amor sino también con heroísmo. Pidamos a María que aquilate nuestras monedas. Si son de cobre, que sean de níquel; si de plata, ¿por qué no pedirle que sean de oro o platino? Sólo hará falta estar dispuestos a hacerlo todo con inteligencia, con voluntad, con corazón y, cuando sea el caso, también con heroísmo.

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