XIX Domingo del Tiempo Ordinario - 16 de octubre de 2011
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.
¿Cuestión sólo de impuestos?
Típicamente, el
Evangelio de hoy parece el fundamento bíblico para el pago de impuestos. “Dar
a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Pero tal vez haya en las
palabras de Jesús algo más profundo que un tema de impuestos.
Homo Capax Dei: “el
hombres es capaz de Dios”
Que el hombre sea
capaz de darle algo a Dios es una afirmación
enorme. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que el hombre es “capax Dei”: capaz de Dios. Dios
creó al hombre con tres facultades claves, que lo hacen capaz de Dios: inteligencia, voluntad y corazón. Por
su inteligencia, el hombre es capaz de
conocer a Dios. Por su voluntad, el hombre es capaz de caminar hacia Dios por la senda de sus mandamientos. Por
su corazón, el hombre es capaz de amar a
Dios. Dar a Dios lo que es de
Dios supone darle el asentimiento de nuestra inteligencia, el querer de
nuestra voluntad, el afecto de nuestro corazón. En realidad, no le
estamos dando nada que no sea suyo. Todo
lo que podamos darle a Dios será siempre una devolución. Pero no por ello deja de ser don. Y
Dios se complace.
Ofrezco
brevemente tres maneras de concretar este triple “don” a Dios:
- Darle nuestra “sí” a Dios en términos de fe, culto y oración.
- Dale nuestra obediencia a sus mandamientos.
- Dale nuestra preferencia sobre todas las cosas.
Capaz del hombre
El Evangelio habla
también de dar al hombre lo que es del
hombre. Me da igual si es al César o cualquier otra persona. Si darle a Dios lo que es de Dios es vivir
la religión, darle al hombre lo que es del hombre significa vivir la caridad. Religión y caridad
no son más que dos caras de una misma moneda, porque fuimos diseñados para
darnos a Dios y a los demás. Cristo preguntó por la imagen
presente en la moneda del impuesto. Nuestra donación a Dios y a los
demás es también una moneda, pero que tiene nuestra propia efigie. Cuando
das algo, eres “tú mismo” quien se está dando. Hay una creencia muy difundida:
“No puedes darte a los demás si primero no te valoras a ti mismo”. Esto es en parte
verdad. Pero también hay que decir que la persona humana no puede valorarse en
la medida en que se da los demás. Si quieres cotizar tu propia moneda
personal, tienes que ver cuánto vales en términos de donación. “El amor al otro es nuestra más íntima
esencia. Es un espejo para nuestro corazón. En la medida en que nos reconocemos
amando a los demás, en esa medida podemos conocernos, valorarnos y amarnos a
nosotros mismos. Quien no ama a nadie es un desconocido para sí mismo y le será
imposible amarse” (Vicios y virtudes,
p. 20).
Cuánto valen tus monedas
¿De qué están hechas
tus monedas? Obviamente, no todas las monedas son iguales. Hay personas cuyas monedas
son de cobre. Son las más baratas. Son las que dan sólo por obligación y,
diríamos, a regañadientes. Otros usan monedas de níquel. Son monedas que tienen
ya cierta aleación de inteligencia: se dan por obligación, pero también sabiendo que es bueno hacerlo. Las
monedas de plata son las que se dan no sólo con inteligencia sino también con voluntad.
Obviamente, tienen más valor. Finalmente, están las monedas de
oro: son las que, además de voluntad incluyen corazón. Son monedas aquilatadas
por el amor. Porque el amor todo lo aquilata. El acto de servicio más
sencillo asume un valor incalculable cuando se hace con amor. Caso del hombre del letrerito en el
aeropuerto de Acapulco: un hombre muy pobre, pero que daba monedas de oro vs.
el hombre de las monedas de cobre.
La mujer “platino”
El platino es la
moneda de los santos. Y María es la Santísima por excelencia. ¿Cuál
es la diferente entre el oro y el platino? El heroísmo. María fue la “mujer
platino” por excelencia: sus actos fueron hechos no sólo con amor sino también
con heroísmo. Pidamos a María que aquilate nuestras monedas. Si son de cobre,
que sean de níquel; si de plata, ¿por qué no pedirle que sean de oro o platino? Sólo
hará falta estar dispuestos a hacerlo todo con inteligencia, con voluntad, con
corazón y, cuando sea el caso, también con heroísmo.
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