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lunes, 30 de mayo de 2011

7 RAZONES PARA UN CORAZÓN CONTENTO

VI Domingo Pascua - 29 de mayo de 2011
Parroquia de Fátima - Monterrey, N.L.


Jesús se despide
La despedida de Jesús es dolorosa... Pero se opone a la tristeza. Hace una gran promesa: “Yo les enviaré a otro Consolador, para que esté con ustedes para siempre”.

Una humanidad necesitada de consuelo
Todos necesitamos consuelo. Porque todos tenemos pérdidas…
Cada nueva pérdida deja un hueco, un vacío en nuestro corazón, que llamamos “desconsuelo”.


Consolando el corazón
Los consuelos suelen tener un valor inferior a la pérdida. No compensan del todo la tristeza. Sólo la mitigan.

Pero el “consuelo” de Jesús es diferente: el Espíritu Santo, el Consolador está a su mismo “nivel”. Y tiene una misión muy concreta: consolarnos. Hay una bellísima oración que nos puede ayudar a entender qué hace el Espíritu Santo en nuestro corazón para erradicar la tristeza.

“Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía tu Espíritu Creador y renueva la faz de la tierra. Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. Por Cristo, nuestro Señor”.

Un corazón lleno
La primera razón para tener el corazón triste es que esté vacío:
Vacío de Dios. Vacío de amor. Vacío de buenas relaciones con los demás.

¿Qué le pedimos al Espíritu Santo?: ¡Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles!
El Espíritu Santo es plenitud. Él consuela nuestro corazón llenando todos sus huecos, todos sus “vacíos”. Él lo abarca todo, sin dejar ningún repliegue, ningún resquicio, ninguna fibra de nuestro corazón sin consuelo. Un corazón lleno es un corazón que se siente pleno, completo y feliz, aunque haya sufrido muchas pérdidas.

Un corazón prendido
La segunda razón para tener el corazón triste es que esté apagado. Apagado por la rutina y el aburrimiento existencial. Apagado por la desilusión. Apagado, tal vez, por alguna decepción. ¿Qué le pedimos al Espíritu Santo? “Y enciende en ellos –en nuestros corazones– el fuego de tu amor…”

El Espíritu Santo es fuego. Él consuela nuestro corazón encendiendo en él todo lo que está apagado. Un corazón prendido es un corazón alegre, gozoso, radiante de entusiasmo.

Un corazón renovado
La tercera razón para tener el corazón triste es que esté arrugado, envejecido. Arrugado por sus incoherencias y contradicciones. Arrugado por sus rencores y melancolías. Arrugado por sus fracasos y fatigas. Arrugado por sus envidias y ambiciones.

¿Qué le pedimos al Espíritu Santo? “Envía tu Espíritu Creador, y renovarás la faz de la tierra”. La “faz de la tierra” es símbolo del hombre y de su corazón, según el relato de la creación del hombre a partir del barro de la tierra. El Espíritu Santo es renovador: Él “hace nuevas todas las cosas…” Él consuela nuestro corazón “renovándolo”, quitándole las arrugas. De hecho, el Espíritu Santo es el mejor “cirujano plástico”… Un corazón renovado es un corazón joven, con muchas ganas de vivir.

Juan Pablo II dijo: “Cada uno tiene la edad de su corazón”.

Un corazón iluminado
La cuarta razón para tener el corazón triste es que esté a oscuras, en tinieblas. En las tinieblas del error. En las tinieblas de la duda. En las tinieblas de la oscuridad interior.

¿Qué decimos del Espíritu Santo en nuestra oración? “Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu Santo…” El Espíritu Santo es el Espíritu de la verdad. Él consuela nuestro corazón iluminándolo con la luz de la verdad. Un corazón luminoso es un corazón que ve porque vive en la verdad, vive en la luz, vive en una gran claridad existencial.

Un corazón bueno
Hay una quinta razón para tener el corazón triste y es que sea un corazón malo. Un corazón que guste el mal. Un corazón que saboree la venganza. Un corazón que grosero y peleonero.

¿Qué le pedimos al Espíritu Santo? “Haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre el bien”. El Espíritu Santo es la fuente de toda bondad y santidad. Él nos consuela haciendo que saboreemos el bien; que nos aficionemos a hacer el bien, a vivir la caridad. Un corazón bueno, que hace y saborea siempre el bien, es un corazón que no tiene más opción que ser feliz.

Un corazón limpio
La sexta razón para tener el corazón triste es que esté sucio, manchado. Manchado por las miradas impuras. Manchado por los actos contra la pureza. Manchado por las pasiones sensuales no controladas.

¿Qué le pedimos al Espíritu Santo? “Gustar siempre el bien y gozar de su consuelo. El gozo del Espíritu Santo suple y es mucho más que cualquier placer sensual. El placer sensual dura muy poco y deja un mal sabor de boca en nuestra conciencia. En cambio, el gozo del Espíritu Santo no se acaba en unos minutos. Es un gozo que llena el corazón de alegría.

Un corazón dócil

La séptima razón para tener el corazón triste es que sea un corazón rebelde. Rebelde por su dureza. Rebelde por sus desobediencias. Rebelde por su afán de llevar la contra.

¿Qué le pedimos al Espíritu Santo? Le pedimos a Dios que nos haga dóciles a sus inspiraciones. El corazón dócil es un corazón suave, sereno, y va por la vida con una gran paz. Se deja guiar, se deja orientar por Dios y por sus instrumentos. Y así rara vez se equivoca.

Conclusión
Definitivamente, el Espíritu Santo es el Consolador por excelencia de nuestro corazón. Él lo llena, lo enciende, lo renueva, lo ilumina, y lo hace gustar el bien…

Pidamos a María Santísima que nos ayude a ser cada vez más sensibles y dóciles al Espíritu Santo en nuestro corazón, para que así podamos vivir una vida cristiana colmada de consuelo.