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lunes, 16 de agosto de 2010

María, si vas para el Cielo.

María, ¿que vas para el Cielo? ¡Muchas felicidades! ¡Te lo merecías!



Después de decir al Ángel “que sí” a todo lo que te había anunciado.
Después de visitar a tu prima para ayudarla sin descanso.
Después de callar, sin dar explicación alguna, de tu sospechoso embarazo.
Después de soportar el penoso viaje hasta Belén y de parir a tu Hijo divino en un establo.
Después de huir, para proteger a tu Niño, a un país lejano.
Después de perder a Jesús cuando se quedó en el templo, en las cosas de su Padre ocupado.
Después de cuidar, alimentar y educar a aquel niño, y muchacho y joven por treinta años.
Después de verlo partir hacia un destino incierto, más bien oscuro y amenazado.
Después de agonizar con Él junto a la cruz, con tu corazón clavado y martirizado.
Después de perderlo finalmente tras la muerte, sin más consuelo que tu fe y tu esperanza, y ya sin otro bálsamo.

¡Realmente, te lo merecías!

María, si vas para el Cielo, déjanos darte algunos recados. Más aún, y perdona nuestro atrevimiento, déjanos darte un paquete bien compacto.

Dile a nuestro Dios que no se olvide de nosotros.
Dile a nuestro Padre del Cielo, que sus hijos seguimos en este valle de lágrimas, gimiendo y llorando.
Dile que el odio y la violencia siguen cobrando muchas víctimas, que la maldad y el pecado siguen haciendo en la tierra tantos estragos.
Dile que sigue habiendo muchos Herodes que abusan de los niños, y muchos Pilatos que no hacen nada por cuidarlos.
Dile que las herencias siguen enfrentando a los hermanos.
Dile que el dolor, la enfermedad y la vejez siguen pareciendo a veces sin sentido a los humanos.
Dile que el rencor tiene a muchas personas amargadas y a muchas familias divididas.
Dile que la lujuria anda más suelta que nunca; que no hay casa, tienda, playa o librería; cine, computadora o celular en que no se presente de algún modo cada día.
Dile que el alcohol sigue causando muchas muertes, y que la droga sigue marchitando muchas vidas.
Dile que la vanidad, la fama y el encanto siguen provocando muchas tonterías.

María, si vas para el Cielo, llévate contigo nuestras súplicas y nuestras penas.
María, si vas para el Cielo, llévate nuestras lágrimas y nuestro llanto. Inclúyelos en la ofrenda que llevas a Dios de parte de la humanidad entera.
María, si vas para el Cielo, llévate nuestros trabajos y nuestros esfuerzos; nuestras metas y nuestros proyectos, para que Dios los bendiga desde el Cielo.
María, si vas para el Cielo, llévate nuestras ilusiones y nuestros sueños; llévate nuestras alegrías y nuestros consuelos, porque también ellos queremos ofrecerlos en tu ramillete de méritos.

María, si vas para el Cielo, muéstranos el camino para no perdernos. Muéstranos con tu ejemplo lo que hay que hacer para llegar al Cielo.

Que así sea.

(Homilía para la Santa Misa del domingo 15 de agosto de 2010)